Friday, 13 July 2012

Enseñanzas del Budismo



La guardia del demonio de Mara Mucho antes de todo ello, Mara, el tentador sobrenatural del budismo, envió a un demonio llamado «Ojo Rojo» para que vigilase el árbol bodhi bajo el que, según la profecía, un bodhisattva aspiraría a la condición de Buda. Durante siglos Ojo Rojo vio pasar a mucha gente por el árbol bodhi sin advertir nada inquietante, pero un día acudió muy agitado a la presencia de Mara, que le preguntó: «¿Qué pasa?» El demonio Ojo Rojo contestó: «Señor, he visto pasar a miles de personas cerca del árbol bodhi sin ver nada de lo que informar, pero ahora hay un hombre que se acerca al árbol con una forma de caminar que me hace creer que cumplirá cuanto se proponga. Cuidado, Majestad, con lo que pueda suceder».

Hoy, hoy, hoy «Camina hacia tu cojín de meditación al igual que caminó el futuro Buda hacia el árbol bodhi, diciendo: "Hoy, hoy, hoy"». THE MIDDLE WAY (REVISTA DE LA BUDDHIST SOCIETY)

Tres tentaciones Mara envió tres tentaciones para frustrar la búsqueda de Siddhartha. La primera fue el deber. «Vuelve a tu reino -conminó a Siddhartha-, que ya has hecho bastante». La segunda fue el placer sensual, en la forma de las tres irresistibles hijas de Mara. Como tampoco funcionaba, Mara mandó a sus hijos, tres demonios que siembran el miedo dentro del corazón humano, y estos atacaron a Siddhartha con terremotos y lluvias de piedras. Las tentaciones de Mara representan los tres grados de emancipación por los que debe pasar el ser humano antes de la liberación: del deber, del deseo sensual y de la protección irracional de sí mismo y del miedo.

La derrota de Mara Al final Mara exclamó: «¡Levántate de este asiento que es mío!» Siddhartha, impertérrito, tendió la mano hasta tocar el suelo, invocándolo como testigo del mérito de sus vidas anteriores, y la tierra tronó: «¡Testifico por el futuro Buda!» Mara había sido derrotado.

La triple comprensión Durante la primera parte de la noche Siddhartha entendió que el sufrimiento tiene causa, y expresó esa comprensión. Durante la parte central de la noche entendió cómo destruir el sufrimiento y expresó esa comprensión. Por último, durante la tercera parte de la noche, describió cómo se alcanza la iluminación «en el mismo momento en que el sol iluminaba el cielo».

La iluminación Después de cuarenta y nueve días de meditación, durante la última parte de la noche Siddhartha despertó, como de un sueño, y estaba iluminado. Según la tradición del norte, al darse cuenta de su condición de Buda exclamó: «¡Qué maravilla! ¡Qué milagro! Todos los seres poseen plenamente la sabiduría y el poder del Tathagata (Buda). Por desgracia, los seres humanos no son conscientes de ello, a causa de la persistencia de sus apegos».

 Clarividencia «Antes de la iluminación todas las cosas del mundo exterior son engañosas y nos confunden. Después de la iluminación lo vemos todo como sombras chinescas, y todas las cosas objetivas pasan a ser amigos útiles». MILAREPA. TÍBET

Inamovible «Como una roca de masa sólida, a la que no afecta el viento, ni las formas visibles, ni los sonidos, ni los olores, ni los sabores, ni las impresiones físicas, ni lo que se desea, ni lo que no se desea, pueden hacer caer a quien se le parezca. Su mente es firme, y la liberación está ganada». ANGUTTARA NIKAYA

. Con el alba En ese momento de la cuarta parte de la noche, al romper el alba, todo lo que se mueve y lo que no se mueve quedó en silencio, y el gran vidente llegó al estadio que no conoce alteraciones... el estadio de la omnisciencia». ASVAGHOSA. INDIA

 La alegría del mundo «Cuando él supo esta verdad como Buda, la tierra osciló cual si estuviera ebria de vino, los cuartos brillaron con la luz de muchos siddhas y en el cielo resonaron poderosos tambores. Soplaron dulcemente suaves brisas, llovió humedad de un cielo despejado y de los árboles cayeron flores y frutas, como si todo fuera en su honor». ASVAGHOSA. INDIA

 En todas partes «En ese momento nadie sucumbió a la ira, ni enfermó, ni experimentó molestia alguna; nadie recurrió al pecado en sus acciones, ni pensó con intemperancia; el mundo se volvió plácido como si hubiera llegado a la perfección». ASVAGHOSA.INDIA

Libertad «Erré a través de la existencia por muchos nacimientos, buscando en vano al constructor de esta casa. El nacimiento repetido es triste. ¡Oh, constructor! Ya se te ve. No erigirás más casas. Se han roto todas tus vigas. Tu parhilera está hecha pedazos. La mente alcanza lo no condicionado. Se ha llegado al final de los anhelos». DHAMMAPADA

 Gratitud Buda pasó siete días contemplando agradecido el árbol bodhi. Después pasó una semana debajo de la higuera de Bengala ajapana, otra bajo el árbol mucalinda y otra bajo el árbol rajayatana. Toda la naturaleza se regocijó y particípó en el esfuerzo de Buda, y en el futuro de su iluminación.

. Victoria eterna «Ningún dios o demonio puede convertir esta victoria en derrota». DHAMMAPADA

 En paz «Mi mente enmudece en una vasta luz sin fin, soledad de gozo y paz mi corazón». SRI AUROBINDO. INDIA

 El mayor guerrero «Aunque un hombre venza mil veces en batalla a otros mil hombres, quien se vence a sí mismo es el mayor guerrero». DHAMMAPADA

 Diálogo con un brahmán
Preguntó a Buda un brahmán:
-¿Eres un dios?
-No, brahmán-dijo Buda.
-¿Eres un mago?
-No, brahmán-dijo Buda.
-Entonces ¿qué eres?
-Alguien despierto.

 Conocer la realidad «El mayor de los hombres es quien conoce la realidad del nirvana, ha destruido las causas del renacimiento y ha roto todas las ataduras». DHAMMAPADA

La reticencia del maestro Al principio Buda era reacio a enseñar lo que había aprendido, creyendo que la gente no lo entendería, pero los dioses Brahma e Indra le pidieron que transmitiese sus descubrimientos, explicando que «aquellos cuyos ojos sólo cubren algo de polvo» sí lo entenderían. A pesar de sus dudas, Buda, recién iluminado, se dejó convencer.

 El primer giro de la rueda Buda se reunió con sus cinco discípulos ascéticos en el parque de los ciervos de Sarnath, donde pronunció su primer sermón ante todos los seres vivos del universo. Los cinco discípulos se dieron cuenta enseguida de que estaban en presencia de un gran ser, de un Buda en toda su plenitud. El sermón de Buda versó sobre el Camino Medio, las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Sendero Óctuple. A veces este sermón recibe el nombre de «primer giro de la rueda del Dharma» y se suele representar con ciervos y una rueda.

 En cabeza Buda enseño durante cuarenta y nueve años. Adoptó el lenguaje de los que querían escucharle, sin distinciones de castas. Entre sus discípulos (muchos, llevados a la liberación) hubo hombres y mujeres, reyes, príncipes e incluso asesinos. Todos eran aceptados y ordenados en las órdenes monásticas.

La nube excelente «Cuando Buda les ayuda a cruzar sanos y salvos el mar del ser ficticio, es un piloto, un guía incomparable para los que han empezado su viaje. Es la nube excelente que vierte la lluvia fresca de la vida con sentido. Es el rey de los médicos, que cura la enfermedad de los tres venenos. Es la lámpara brillante que disipa la oscuridad de la pérdida de la conciencia pura. Es el árbol que cumple los deseos, fuente de la felicidad de todos los seres vivos. Es los rayos incontables del sol de la gran bondad. Es la luna, con su blanca luz de prosperidad y alegría que borra las penas». LONGCHENPA. TÍBET

El camino y el sendero «Por un lado, la entrega a los placeres sensuales, vil, común, vulgar, impura. Por el otro, el tormento infligido a sí mismo, doloroso, impuro, sin provecho. Ambos extremos los ha evitado el Perfecto. Él ha encontrado el Camino Medio, que permite ver y saber, y que lleva a la paz, el buen criterio, la iluminación y el nirvana. Es el Noble Sendero Óctuple, la vía que conduce a la extinción del sufrimiento, es decir: recta comprensión, recto pensamiento, rectas palabras, recta acción corporal, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración». DEL CANON PALI

El sermón del fuego Algunos meses después de su iluminación, cuando vivía en Gaya, Buda pronunció el famoso sermón del fuego: «Todo arde. ¿Y qué es el todo que arde? Los fenómenos anticipados por el pensamiento arden de carencia, ira y engaño. Viendo la causa, y detestando el sufrimiento, el discípulo noble queda en calma. Cuando ha pasado la tormenta, el discípulo sabe que ya no es necesario padecer el caos». ADITTAPARIYAYA SUTTA

 Muerte de Buda El herrero Chunda regaló una fuente de comida a Buda, que a la sazón tenía ochenta años. Sospechando que era peligrosa, Buda pidió que sólo se la sirvieran a él y enterraran el resto. Poco después de comerla, enfermó. Consciente de que se aproximaba la hora de su muerte, se acostó del lado derecho con la cabeza hacia el norte.

 Última enseñanza Las últimas palabras de Buda fueron: <b>«Nada compuesto es permanente. Persistid con atención».
</b>
El último viaje Según el Digha Nikaya, a su muerte Buda alcanzó los cuatro niveles de la concentración meditativa e ingresó en la esfera del espacio infinito, seguida por las esferas de la conciencia infinita, la nada y lo que no es percepción ni no percepción. Por último llegó al final del sentir y el percibir, el Parinirvana (nirvana final).

Liberación «La moralidad, la concentración, la sabiduría y la liberación final. Todas estas cosas gloriosas llegó a conocerlas Gautama. A sus monjes les enseñó a conocer el Dharma que él penetraba. Aquél cuya visión puso fin a las tribulaciones se ha ido al nirvana final

Impersonalidad «Existe el mero sufrimiento, y no se encuentra a quien sufre; los actos son, pero no hay quien actúe; el nirvana es, pero no el hombre que accede a él; el camino es, pero en él no se ven caminantes». BUDA

 Causalidad «La cadena de doce eslabones de la causalidad representa los estados de la mente y del corazón provocados por los Tres Fuegos del deseo, la ira y el engaño. Estas pasiones, que en realidad son impersonales, pueden arrastrarnos a causa de nuestro apego y de la ilusión del "yo". En último término, este proceso desemboca en el sufrimiento y el renacimiento. Es lo que expresan los Tres Signos del Ser: el sufrimiento, la no permanencia y el no-yo. Sin embargo, no existe ningún estado permanente, ni siquiera el más doloroso o placentero. La práctica puede llevarnos a la auténtica liberación del sufrimiento en el nirvana, el estado no condicionado, donde ya no hay un "yo" que se apegue, sufra o se deje arrastrar». THE MIDDLE WAY (REVISTA DE LA BUDDHIST SOCIETY)

. La cadena de doce eslabones La Rueda de la Vida ilustra los seis reinos de la existencia, el cautiverio de los seres sensibles en ciclos sin fin. Es una imagen que sintetiza todas las formas de vida posibles. Las seis partes representan los seis ámbitos de renacimiento que aparecen en el Libro Tibetano de los Muertos. El borde de la rueda contiene doce pequeñas imágenes que simbolizan la cadena de la causalidad, con sus doce eslabones. Yama, el Señor de la Muerte, aparece sujetando la rueda. El objetivo final es acabar con el ciclo del renacimiento. En tanto que transformador, Yama encarna lo transitorio del proceso.

 Los tres fuegos El deseo, la ira y el engaño son fuerzas negativas, pero tambien representan la energía y majestad de la naturaleza-buda en su estado elemental. La práctica del budismo consiste en tomar conciencia de estas pasiones y calmarlas hasta que se transformen en alegría, calidez, generosidad, energía y sabiduría. Una vez que nos hayamos familiarizado con estas fuerzas, podremos encauzarlas y transformarlas.

 Los tres signos del ser Buda dijo que todo lo que vive comparte tres características: el sufrimiento (dukka), la no permanencia (anicca) y el no-yo o ausencia de yo o de alma (anatta)

 Estados y reinos Las seis divisiones de la Rueda de la Vida simbolizan los estados del ser en el samsara, el mundo del renacimiento. Son, desde arriba y en el sentido de las agujas del reloj, los Reinos Celestes, los Demonios Luchadores, los Fantasmas Hambrientos, los Infiernos, el Reino de los Animales y el Reino Humano. La liberación sólo es posible desde este último.

El centro de la rueda En el corazón dinámico de la rueda de la vida aparecen una serpiente, un gallo y un cerdo, que se comen o vomitan mutuamente. Estos animales simbolizan respectivamente el odio, la codicia y la ignorancia.

Una sola cosa «Yo enseño una sola cosa: el sufrimiento y el final del sufrimiento». BUDA (ANURUDDHA SUTTA)

La Primera Noble Verdad El sufrimiento existe, y todos los estados de los seres son esencialmente insatisfactorios.

 Sufrimiento por doquier «Esta es la Noble Verdad del sufrimiento. Nacer es sufrimiento, envejecer es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, la unión con lo desagradable es sufrimiento, la separación de lo agradable es sufrimiento, no obtener lo que se quiere es sufrimiento». DHAMMACAKKAPPAVATTANA SUTTA

 Al interior «Todo posee una naturaleza ilusoria y efímera. Los que tienen una percepción dualista ven el sufrimiento como felicidad. Son como los que lamen miel del filo de una navaja. ¡Qué lástima dan los que se aferran a la realidad concreta! Volcad vuestra atención al interior, amigos» NYOSHUH KHEN RIMPOCHE. TÍBET

La Segunda Noble Verdad Todo sufrimiento y renacimiento tienen como causa el anhelo de existencia, de no existencia o de placer.

 Nunca libres «Aunque idealicemos la libertad, en lo que toca a nuestras costumbres estamos totalmente esclavizados». SOGYAL RIMPOCHE. TÍBET

 Inútil «El que ha conseguido lo que quiere no suele ser feliz, ya que descubre, por lo general, que en esta tierra de deseos que nunca pueden colmarse del todo el camino no lleva muy lejos». JOSEPH CONRAD. POLONIA/INGLATERRA

El río del ansia «Como un río que cuando está crecido inunda pueblos, barrios, ciudades y países, el ansia fluye constantemente por la reexistencia y la reconversión. Como el combustible que mantiene el fuego, el combustible del ansia mantiene el fuego de la existencia. [...] Hace y rehace el mundo. El renacimiento depende de los deseos de la vida. Es la fuerza motivadora que hay detrás de la existencia presente, pero también de cualquier existencia pasada y futura». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

La Tercera Noble Verdad La extinción del deseo pondrá fin al sufrimiento y al renacimiento.

Sin poder real «Enemigos como el ansia y el odio no tienen brazos, piernas ni demás. No son valientes ni sabios. ¿Cómo pueden haberme esclavizado?». SANTIDEVA. INDIA

La Cuarta Noble Verdad Existe una manera de renunciar a la constante agitación del deseo: el Noble Sendero Óctuple.

Enfermedad y cura «La verdad del sufrimiento es comparable a una enfermedad, la verdad del origen del sufrimiento a la causa de la enfermedad, la verdad de la extinción del sufrimiento a la cura de la enfermedad, y la verdad del Sendero a la medicina». VISUDDHIMAGGA

La ayuda del cirujano «Buda es el médico incomparable, el cirujano supremo. Es un sanador sin rival». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

 Causa y efecto «La felicidad que deseamos y el sufrimiento que rechazamos son el resultado de una serie de causas y condicionantes. Las Cuatro Nobles Verdades versan sobre la comprensión de este mecanismo causal del sufrimiento y la felicidad». SU SANTIDAD EL 14º DALAI LAMa

El camino de la liberación Según Buda, el Noble Sendero Óctupe no es fácil de recorrer. Exige recta visión, recto pensamiento, rectas palabras, recta acción, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración.

La tela del Sendero El Noble Sendero Óctuple también puede representarse como una rueda, o como una tela, al igual que la vida: con pliegues, pero de una sola pieza. Atañe a todo lo que hacemos, todo lo que pensamos y todo lo que somos. Al dar forma a nuestras vidas con percepciones, pensamientos, palabras y actos, determinamos la naturaleza de cada vida nuestra, con consecuencias buenas o malas.

 Distintos elementos La recta visión y el recto pensamiento están considerados como el elemento de «sabiduría» del Noble Sendero Óctuple. Los siguientes tres elementos -rectas palabras, rectas acciones y rectos medios de vida- guardan relación con la moralidad o el «comportamiento disciplinado». Los últimos tres elementos -recto esfuerzo, recta atención y recta concentración- pertenecen a la meditación. La auténtica expresión del Noble Sendero Óctuple es ver el mundo tal como es (sabiduría), actuar de acuerdo con la situación real en todo momento (moralidad) y estar centrado en lo que se hace en cada momento (meditación).

79. Recta visión Nuestra manera de percibir las cosas condiciona nuestros actos. El resultado de nuestras acciones puede ser neutro, feliz o doloroso. La recta visión es comprenderlo a fondo.

Recto pensamiento Si vemos el mundo tal como es, nuestros pensamientos lo reflejarán. Pero estamos llenos de ideas sobre el «debería», el «tiene que » y el «convendría», e intentamos que el mundo cuadre con nuestra visión individual de la realidad. También somos intransigentes, y sentimos rencor. La consecuencia son pensamientos airados o codiciosos.

Rectas palabras Si en nuestro modo de hablar los unos con los otros conseguimos ser a la vez sobrios y sinceros, nuestra propensión natural a coger lo que queremos de la vida no se apoderará de nosotros con consecuencias nefastas.

Recta acción Si vemos el mundo tal como es, y así se refleja en nuestros pensamientos y palabras, habrá armonía en nuestros actos. Pero al sentir nuestro vacío espiritual e intentar colmarlo con cosas externas, nuestras acciones, lejos de ser desapasionadas, se ven distorsionadas por emociones como la ira y el deseo.

Rectos medios de vida Si evitamos colmar el vacío espiritual con palabras, acciones y trabajo, podremos elegir un trabajo que satisfaga al corazón, lo cual potenciará la armonía social y dejaremos de tomarnos demasiado en serio.

Estar presente Los elementos meditativos del Noble Sendero Óctuple (esfuerzo, atención y concentración) apuntan a una práctica que con el tiempo elimina el sentido del «yo »y de lo «mío», fuente de todos nuestros sufrimientos. La práctica budista permite transformar las emociones negativas en calor, energía y la irradiación de la conciencia.

Recto esfuerzo Cultivar el recto esfuerzo nos ayuda a entregarnos enérgicamente a cada nuevo día, por difícil que sea, y a no arredrarnos ante los retos de la vida.

Recta atención Sin atención es imposible la práctica budista. ¿Cómo podríamos familiarizarnos con la vida interior y abrirnos a nuestro entorno?

recta concentración La práctica de la meditación nos ayuda a alcanzar el silencio interior. De ese modo tomamos conciencia de nuestros cuerpos, sensaciones, percepciones y pensamientos. Con esta familiarización empieza la práctica.

Cómo hay que ser «El que es tolerante como la tierra, firme como una columna y claro como un lago de montaña nunca renacerá». DHAMMAPADA

La parábola de los peregrinos Al llegar a la orilla de un río, dos monjes peregrinos vieron a una joven muy bien vestida que no sabía qué hacer porque el río bajaba crecido y no quería mojarse la ropa. Uno de los monjes cargó sin más con ella y al llegar al otro lado la dejó en el suelo. Los dos monjes siguieron su camino. Después de un rato, el otro monje dijo bruscamente: «No puede estar bien tocar a una mujer. Tener contacto estrecho con mujeres va contra nuestros votos. ¿Cómo puedes infringir los preceptos monacales?». El monje que había transportado a la joven no decía nada, pero al final, en vista de que su compañero no se cansaba de perorar sobre lo mismo, comentó: «Yo la he dejado en el río, pero tú aún la llevas encima».

Claridad interna «La recta comprensión consiste en entender las cosas como son, no como parecen. Significa examinarse y observarse a sí mismo». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

Apartar el pensamiento «Y yo os digo que este nacimiento (de dios realizado en el alma) no se puede experimentar sin un grandísimo esfuerzo. Este nacimiento no se puede alcanzar sin apartar completamente el pensamiento de las cosas». MAESTRO ECKHART

Una necesidad de nuestra época «La recta comprensión es más necesaria que en ningua otra época para guiar a la humanidad a través de la confusión de la vida». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

Muchos vehículos Yana es una palabra sánscrita con un amplio abanico de significados, uno de los cuales es «vehículo». La palabra «Mahayana», nombre en sánscrito de la tradición budista del norte, se puede traducir como «Gran Vehículo», e «Hinayana» (la tradición Theravada, propia del sur) como «Pequeño Vehículo». El término yana recoge la metáfora de la práctica espiritual budista como un camino o un viaje: el «vehículo» lleva al iniciado por el «camino» elegido. En el Sutra del Loto, Buda dice: «Sólo hay un vehículo (Ekayana), el vehículo Buda (Buddhayana), el camino de Buda».

Hacia la seguridad «He aquí el refugio seguro, el refugio definitivo; acogiéndonos a este refugio en verdad que somos libres de cualquier sufrimiento». DHAMMAPADA

Aprehender «El hombre que ignora el principio de la agitación en todas las cosas, la naturaleza intrínseca del sufrimiento, se disgusta ante las vicisitudes de la vida, porque no ha enseñado a su mente a ver las cosas como son de verdad». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

Responsabilizarse «Por nosotros se hace el mal, y por nosotros sufrimos. Por nosotros se deja sin hacer el mal, y por nosotros nos purificamos. La pureza y la impureza son de incumbencia personal. Nadie puede purificar a otra persona». DHAMMAPADA

Impermeable «Como la lluvia no entra en una casa bien techada, así no entra el ansia en una mente bien entrenada». DHAMMAPADA

Todo es mental «El descubrimiento del budismo, que sigue siendo revolucionario, es que la vida y la muerte sólo están en el pensamiento. El pensamiento aparece como la base universal de la experiencia». SOGYAL RIMPOCHE. TÍBET

La gran ley Buda no enseñó que el universo lo hubiera creado un dios, sino que habló de una gran ley (el Dharma) que impregna todo lo existente. Viviendo de acuerdo con esta ley, y soportando el sufrimiento sin huir de él, podemos conquistar la auténtica sabiduría y la auténtica compasión, es decir, la liberación definitiva del sufrimiento.

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Dos palabras, dos sentidos La palabra que designa las enseñanzas budistas es Dharma en sánscrito y Dhamma en pali. El Dharma o Dhamma no abarca sólo las enseñanzas, sino la ley universal inherente a todas las cosas, y que les da su forma. En minúscula, dharma y dhamma indican los elementos mínimos de la existencia que componen un momento de conciencia, como el calor de una habitación, los ruidos de fondo, el regusto de la naranja que se acaba de comer, el olor del incienso y lo que se piensa. Todos estos datos son dharmas o dhammas. Están sometidos a un movimiento continuo y palpitante, en el que unos empiezan a ser y otros dejan de ser, aunque nosotros los experimentemos como una realidad continua.

El «Dhammapada» Traducido como «Camino del Dharma», el Dhammapada, que contiene respuestas a preguntas hechas a Buda en forma de 423 versículos divididos en 23 categorías, ha sido descrito muchas veces como la Biblia budista. Se trata de una parte muy popular del Tripitaka, el canon budista de escrituras, y está considerado como uno de los textos más importantes de la literatura theravada. La versión más conocida es la pali.
 Cómo estudiar «Es importante adoptar una actitud correcta ante las enseñanzas que se nos imparten. Si el objetivo con el que se escucha es obtener ventajas materiales, o reputación, no se está estudiando el Dharma como es debido. Nuestro objetivo tampoco debería ser mejorar nuestro próximo renacimiento o una liberación exclusivamente personal del samsara. Escuchemos lo que se nos enseña con el firme empeño de llegar al estado de la omnisciencia por el bien de todos los seres». SU SANTIDAD EL 14º DALAI LAMA. TÍBET
La rueda del Dharma La Rueda de Ocho Radios simboliza las enseñanzas de Buda. Los ocho radios simbolizan los elementos del Noble Sendero Óctuple. El remolino del centro representa las tres joyas: Buda, el Dharma y la Sangha (la comunidad espiritual budista). La rueda también puede estar dividida en tres partes, en representación de sendos aspectos de la práctica. El centro simboliza la moralidad; los radios, la sabiduría, y el borde, la concentración.

El primer signo del ser El dukkha (sufrimiento) entraña apego a los seres queridos, a nuestro cuerpo y especialmente a nuestros ideales, así como la condición generalmente insatisfactoria y pasajera de la vida. Como es lógico, los budistas no creen que la vida sólo sea sufrimiento, pero sí que no puede ser únicamente gozo, porque todo es transitorio. Incluso en la vida más feliz hay sufrimiento, y el cambio es inevitable.

El segundo signo del ser Vivimos en un universo en estado constante de fluctuación. Es el annica. Nada dura siquiera un momento. Nada de lo que podamos coger o tocar es inmutable. Nosotros, sin embargo, tratamos de abstraernos de este movimiento continuo e implacable, y hasta de combatirlo, en vez de fluir suavemente con la naturaleza de las cosas.

El tercer signo del ser El "no yo" (anatta) hace referencia a nuestro apego a cualidades y características que concebimos como una unidad: "yo". Nos identificamos con nuestras opiniones sobre el mundo tal como es y tal como debería ser. En muchos casos, la infelicidad humana nace de que la gente defiende su sistema de creencias o ataca el de los demás, cuando lo cierto es que son simples ideas y pensamientos, y que formamos una sola familia, la humana. El miedo a lo desconocido y el "yo" son dos caras de la misma moneda.

Todo pasa «Así debes considerar este mundo pasajero: como una burbuja en un arroyo, un relámpago en una nube de verano, una lámpara que parpadea, un fantasma, un sueño». SUTRA DEL DIAMANTE

Unidad imaginaria Una carreta (o un coche) se pueden desmontar en varias piezas básicas: los ejes, las ruedas, el bastidor, las tablas, etc. Del mismo modo, la combinación de varios elementos (skandhas) (el cuerpo, las sensaciones, la percepción, la volición y la conciencia) es lo que da origen al falso sentido de un "yo" permanente.

Reconocer el "yo" «Cuando nos acaloramos por algo, cuando nos cohibimos, cuando nos tomamos demasiado en serio, o cuando nos ponemos de mal humor sin poderlo evitar, está presente el "yo". Cultivar la conciencia, decir sí a la vida y mantenerse "en forma" despejan la ilusión del "yo" y nos permiten prescindir de ella». THE MIDDLE WAY (REVISTA DE LA BUDDHIST SOCIETY)

El triratna Las Tres Joyas (triratna) son los principios nucleares de la vida budista: fe en Buda, en el Dharma y en la Sangha (la comunidad del budismo). En la tradición mahayana, la Sangha incluye a los budistas legos y a la gente normal, mientras que la tradición theravada la restringe a los monjes y las monjas.

Refugios «Me refugio en Buda; me refugio en el Dharma; me refugio en la Sangha. Me refugio en Buda, el más venerable; me refugio en el Dharma, venerable en su pureza; me refugio en la Sangha, venerable en su armonía. Me he refugiado en Buda; me he refugiado en el Dharma; me he refugiado en la Sangha. El verdadero Tathagata de iluminación perfecta y completa. Por eso tengo fe en él como mi gran Señor, y a él recurriré como maestro, sin seguir a demonios malignos ni otros caminos. Por compasión, por compasión, por gran compasión». "LOS TRES REFUGIOS", CANTO MATINAL COMÚN A TODAS LAS ESCUELAS

No son dos «Amigos, mi enseñanza del Dharma se basa en la meditación y la sabiduría. No digáis en ningún caso que la meditación se diferencia de la sabiduría. No son dos cosas, sino una unidad. La meditación es la esencia de la sabiduría, y la sabiduría es la función de la meditación». HUI-NENG. CHINA

Enseñanzas perennes «El mundo entero está lleno de peligros. El mundo entero tiembla, pero el Dharma que predican los budas para alcanzar el objetivo final... es inamovible e inquebrantable». MAHAVASTU

Un solo sabor «Como el inmenso mar, que sólo tiene un sabor (el de la sal), el Dhamma tiene un solo sabor, el de la libertad». PIYADASSI THERA. SRI LANKA

La tortuga ciega Hay una historia de un sutra budista que ilustra lo que tiene de afortunado un nacimiento humano. Una tortuga ciega vive en las profundidades de un gran mar, y sólo sube cada cien años a la superficie, donde hay un yugo de oro. Es más fácil que la tortuga meta la cabeza en el yugo que el que un ser prisionero del ciclo del renacimiento nazca como un ser humano que entra en contacto con las enseñanzas de Buda. El nacimiento humano es una gema rara, y de valor incalculable, porque la única forma de hallar el camino de la liberación es como ser humano.
Demasiado «A veces, si vemos reflejadas demasiadas verdades a la vez sobre nosotros mismos en el maestro o en las enseñanzas, nos cuesta demasiado aceptarlas, nos da demasiado miedo reconocerlas o nos duele demasiado aceptar que son la realidad; y cuando nos cuesta demasiado reconocer determinadas cosas de nosotros mismos, solemos proyectarlas en las personas que más nos ayudan y quieren; nuestro maestro, las enseñanzas, nuestro padre o madre o nuestro mejor amigo». SOGYAL RIMPOCHE. TÍBET

Dejando la balsa Buda comparó sus enseñanzas con una balsa que nos permite cruzar las aguas turbulentas del samsara y llegar a la otra orilla, donde podemos encontrar el nirvana. Al llegar al otro lado debejos dejar atrás la teoría del budismo (como la balsa de verdad, que sería tonto llevarnos) y confiar en nuestros propios recursos.



Thursday, 12 July 2012

Citas de Sawaki Roshi: La actitud en zazen

Citas de Sawaki Roshi: Sawaki Roshi in zazen. Practicar zazen es como un tigre volviendo a penetrar en las montañas. Como un dragón sumergiéndose de nuevo en el agua. Zazen debe practicarse con una mente fresca y clara. Tu práctica de zazen debe centrarse en el pensamiento: “si no encuentro la liberación en esta vida, ¡¿entonces cuando?!” Si tu cuerpo y mente se disuelven en zazen, no desperdiciarás un minuto, ni siquiera un segundo de tu vida. ¿Para qué es bueno zazen? ¡Absolutamente para nada! Este “bueno para nada” tiene que penetrarte hasta los huesos hasta que de verdad practiques lo que es realmente bueno para nada. Hasta entonces, tu zazen es simplemente bueno para nada. Zazen es insatisfactorio. ¿Insatisfactorio para quién? Para la persona ordinaria. La gente nunca está satisfecha.
Insatisfactorio: simplemente practicando zazen. Insatisfactorio: comprendiendo zazen con este cuerpo. Insatisfactorio: empapándote de zazen hasta los huesos. Zazen es como un termómetro en el que la temperatura aumenta lentamente, “un poco más, ¡si!, ¡eso es!, ¡ahora tengo el satori!”. Zazen nunca será algo especial, no importa cuanto practiques. Si se convierte en algo especial es que te falta un tornillo. No practicamos para conseguir el satori. Es satori que impulsa nuestra práctica. Practicamos arrastrados por satori. No eres tu quien busca la vía, la vía te busca a ti. Zazen significa solo sentarse sin ni siquiera pensar en convertirse en Buda. Cuando te sientes en zazen, alcanzas la vía sin pensar en alcanzar la vía. En el mundo podrás encontrar toda clase de recompensas, pero ¿hay alguna recompensa que pueda hacerte más feliz que poner el trasero en el cojín y tener el privilegio de practicar zazen? Cuando practicas zazen, renuévate completamente. Tiene que ser aquí y ahora, tiene que ser sobre ti. No dejes que el Zen se convierta en un rumor que nada tiene que ver contigo. Zazen es el buda que formamos con nuestra carne cruda. Solo sentarse (shikantaza) es la mejor cosa que podemos hacer con la carne cruda de una persona ordinaria. El carácter Chino de “cadera”, está compuesto por el carácter “carne” a la izquierda y “esencial” a la derecha. En zazen, desde el principio, es esencial que las caderas queden firmemente ancladas al cojín. En zazen, las caderas se enraízan en la tierra, y la corinilla atraviesa el cielo. Come para hacer zazen, duerme para hacer zazen. Esto quiere decir que comer y dormir son también parte de zazen.
En nuestra práctica no hay adoración a nada más que a zazen. Por que es zazen lo que nos salva a nosotros, seres que sufren, reformando nuestra carne cruda y haciéndonos practicar. Zazen significa poner en práctica lo que no se puede pensar con el pensamiento. Es el interruptor del dharma que enciende todo el universo. Solo haciéndolo quiere decir practicando lo que llena el universo entero, entregándonos a ello completamente, en cada momento, en cada actividad. Simplemente hacer algo significa hacerlo ahora, en este punto. Significa no malgastar el tiempo que tienes en la vida. A menudo la gente me pregunta cuántos años tienen que practicar zazen antes de que muestre resultados. Yo digo que zazen no tiene resultados. No vas a conseguir nada con zazen. Y algunos entonces dicen, en ese caso, prefiero dejar zazen… Pero ¿y para qué es bueno estar corriendo por todas partes buscando satisfacción? ¿Para qué es bueno jugar? ¿Y bailar? ¿Para qué es bueno conseguir ganar o perder un partido de baseball? ¡Todo esto es bueno absolutamente para nada! Es por eso que nada es tan sensato como sentarte en zazen silenciosamente. Que algo es bueno para nada, quiere decir vulgarmente que no tiene beneficio económico. Zazen en una postura madura, una actitud madura, no infantil. Sean como sean tus experiencias, místicas o extrañas, no van a durar toda la vida. Tarde o temprano volverán a desaparecer. Todo el mundo cree que tiene que añadir algo a zazen. No tienes que añadir nada. Está bien como es. No tienes que hacer tonterías con él.
Si hay, aunque sea un poco, de individualidad, no es puro, es zazen adulterado. Tenemos que practicar un zazen puro y no adulterado. Sin mezclarlo con gimnasia ni satori ni nada. Cuando traemos nuestras ideas personales – aunque sea solo un poco – ya no es buda-dharma. Ser observado por zazen, guiados por zazen, bloqueados por zazen, arrastrados por zazen, cada día llorando lágrimas de sangre – ¿no es esa la vida más feliz que puedes imaginar?

Tuesday, 10 July 2012

Abrir la mano del pensamiento de Kosho Uchiyama (extracto del Libro)

“Si deseáis arrepentiros, sentaos en Zazen y contemplad la verdadera naturaleza de las cosas”. Todos nosotros conocemos el sentimiento de culpabilidad por algo que ha sucedido. El sentimiento de sentirse responsable por algo que ha ocurrido en nuestra vida y que nos duele porque pensamos que si se hubiesen dado las cosas de otra manera, si hubiésemos sido capaces de ser mas concientes, tal vez esta herida hoy no seria tan profunda, no hubiésemos dañado a otras personas o no hubiese dejado tales cicatrices en nuestro interior. El arrepentimiento. Siempre un estado donde la melancolía y el dolor están acompañadas por la reflexión. Un sentimiento que expresa nuestra comprensión sobre el bien y el mal y que muchas veces después de un proceso de luto y de tristeza nos conduce a la apertura de nuestro interior. Esta apertura del interior muchas veces se expresa por medio del propósito de que lo ocurrido no vuelva a ocurrir. Nos replanteamos lo ocurrido y nos distanciamos de lo que nuestra conciencia nos indica que esta mal en dirección hacia lo que pensamos que esta bien. Siendo así, nuestro arrepentimiento individual esta estrechamente ligado también al contexto religioso social al que pertenecemos. Dependiendo de nuestra creencia el arrepentimiento puede ser expresado de diferentes maneras, sea en forma del cumplimiento de una penitencia, un servicio hacia la comunidad o desistiendo voluntariamente a algo de modo de que nos volvamos a reconciliar con nuestra conciencia o nuestra creencia. En el Budismo el arrepentimiento comienza por el reconocimiento del carácter nocivo de los hechos, del habla, del pensamiento o de la intención que se encuentra detrás. Pero este reconocimiento va más allá de conceptos éticos o morales fruto de nuestra conciencia individual o colectiva. Esto porque cuando el arrepentimiento se basa en lo que la moral establecida o en la conciencia dicen, hay una separación entre el sujeto y el objeto. El objeto que dictamina los códigos de moral y un sujeto que se siente culpable por haber infringido contra estos códigos. Al ser el budismo una religión de la no dualidad el Budismo enfoca más bien en la fuerza de reflexión y reorientación que implica el arrepentimiento poniendo especial atención en lo que está antes de esta división entre “tú” y “yo”. Ósea que la forma más directa de practicar el arrepentimiento es a través de Zazen, dado que durante Zazen reconocemos tanto el Karma del habla como del pensamiento y de la acción y por lo tanto podemos despertar a nuestra ilusión. En este sentido en „Abrir la mano del pensamiento“ (1) el maestro Kosho Uchiyama dice: „Arrepentirse de verdad, no significa ofrecer excusas. El arrepentimiento requiere pararse frente al Absoluto y permitir que la luz del Absoluto nos ilumine. ¿Qué significa ser iluminado por la luz del Absoluto? En el Samantabhadra bodhisattva Dhyana Sutra encontramos: “Si deseáis arrepentiros, sentaos en Zazen y contemplad la verdadera naturaleza de todas las cosas” Al hacer Zazen el auténtico arrepentimiento se manifiesta. Aquellos que practicamos Zazen hacemos este voto y lo sostenemos como la dirección de nuestra vida. Al mismo tiempo regresamos a Zazen arrepentidos por no poder realizarlo. Vivir en función del voto y del arrepentimiento y ser vigilados, protegidos y fortalecidos por Zazen constituye la vida religiosa del practicante budista. Donde no existe el voto perdemos de vista el progreso; donde no hay arrepentimiento nos extraviamos del camino. El voto nos fortalece, el arrepentimiento aplasta del todo nuestra arrogancia. Esta es la postura de una actitud religiosa vital“. De esta manera se comprende que el Arrepentimiento en nuestra práctica va mucho más allá de cualquier moralidad. El momento de reflexión que contiene el arrepentimiento se convierte en la Vía hacia lo absoluto, hecho que se fortalece con la toma de los votos que permite crear un lazo vivo con la enseñanza de Buda: De todo el mal karma pasado Surgido de la codicia, el odio y la confusión sin comienzo. Producido a través del cuerpo, la palabra y la consciencia, Me confieso y me arrepiento ahora. (1) De: Kosho Uchiyama: Abrir la mano del pensamiento - Fundamentos de la práctica del budismo Zen. Editorial Kairós, Barcelona 2009.

Friday, 6 July 2012

Taisen Deshimaru - Maka Hannya Haramita Shingyo (Sutra del corazon)





Maka Hannya Haramita Shingyo
Kan ji zai bo za tsu
Gyo jin han ya ha ra mi ta
Ji sho ken go on kai ku
Do i sai ku
Yaku sha ri shi

Shiki fu i ku
Ku fu i shiki
Shiki soku ze ku
Ku soku ze shiki
Ju so gyo shiki

Yaku bu nyo ze
Sha ri shi
Ze sho ho ku so
Fu sho fu metsu
Fu ku fu jo
Fu zo fu gen

Ze ko ku chu
Mu shiki mu ju so gyo shiki
Mu gen ni bi ze shin i
Mu shiki sho ko mi soku ho
Mu gen kai nai shi mu i shiki kai
Mu mu myo yaku mu mu myo jin
Nai shi mu ro shi yaku mu ro shi jin
Mu ku shu metsu do mu chi yaku mu toku i

Mu sho toku ko bo dai sa ta e
Han ya ha ra mi ta ko
Shin mu ke ge mu ke ge ko
Mu u ku fu on ri i sai ten do mu so ku gyo ne

Han san ze sho butso e
Han ya ha ra mi ta ko
Toku a noku ta ra san myaku san bo dai
Ko chi han ya ha ra mi ta
Ze dai jin shu ze dai myo shu
Ze mu jo shu ze mu to do shu
No jo i sai ku shin jitsu fu ko
Ko setsu han ya ha ra mi ta shu
Soku setsu shu watsu

Gya tei gya tei
Ha ra gya tei
Hara so gya tei
Bo ji so wa ka

Hannya Shingyo

La traduccion al espanol del sutra del corazon fue publicadaen este blog puedes encontrarlaen el siguiente link: http://laserpienteenelparaiso.blogspot.co.uk/2011/12/prajnaparamita-sutra-del-corazon.html

Tuesday, 3 July 2012

Ikkyu: espiritu indomable




 



Ikkyu era excéntrico. Además, iconoclasta. Además de además, sacerdote del Budismo Zen. Y , razón por la cual se encuentra aquí, poeta.

Nacido en el año 1394 en un pequeño suburbio de Kyoto, fue hijo ilegítimo del Emperador Go-Komatsu. Por ello su madre fue forzada a trasladarse a Saga –Japón- donde Ikkyu creció bajo el cuidado de los criados. A la edad de cinco años, lo separaron de su madre para enrolarlo como monje en el templo de Rinzai Zen, Ankokuji .Ahí el maestro principal le enseño cultura china y lenguaje, como parte del curriculum perteneciente al método Gozan Zen.

Cuando tuvo trece años, entro a estudiar Zen en Kennin-ji, Kyoto, bajo la tutela del un reconocido sacerdote de nombre Botetsu. Según se sabe, en Kennin-ji Ikkyu comenzó a escribir poesía no tradicional. Debido a esto, fue abiertamente criticado por quienes se encontraban a cargo de Kennin-ji y se sintió tan  abatido que se mostró mordaz con el estrato social representado por Botetsu y su templo así como con las carencias en las practicas del zazen que había visto a su alrededor.

En cierta oportunidad se lo señaló  para estar al frente de los sacerdotes del gran templo de Kyoto, pero rechazó el cargo después de nueve días, y pasó a denunciar la hipocresía que veía en los monjes. En una famosa línea de uno de sus poemas, le indica a quienes simpatizaban con él que podían encontrarlo en el prostíbulo local.




Odio el Incienso

El trabajo de un maestro no puede ser medido
Aunque sacuda como los sacerdotes sus lenguas explicando el “Camino” y murmurando acerca del “Zen.”
A este viejo monje nunca le importó la falsa piedad
Y delante de Buda mi nariz se arruga por el oscuro aroma del incienso.


 
Un pescador

Estudiar los textos y meditar duramente puede hacer que pierdas tu Mente Original
Una solitaria tonada de un pescador puede ser un tesoro invalorable.
La lluvia del crepúsculo en el río, la luna atisbando desde dentro y fuera de las nubes;
Elegante más allá de cualquier palabra, él canta sus canciones noche tras noche





Mi Cobertizo

El mundo delante de mis ojos es igual que yo: gastado y descolorido.
La tierra es decrépita, el cielo tormentoso y toda la hierba blanquecina.
Aun la brisa primaveral no ha sido ése dato tardío
Sólo las nubes del invierno engulleron mi minúscula choza de caña



 
 
Una Comida de Pulpo Fresco

Cantidades de brazos, igual que la Diosa Kannon:
Aderezado con cidra, sacrificado por mí,¡ lo reverencio!
El gusto del mar es divino y
Lo siento Buda, este es otro precepto que no puedo mantener.
Exhausto con el placer gay, abrazo a mi esposa.
El estrecho sendero del ascetismo no es para mí:
Mi mente corre en dirección opuesta.




 


Es Fácil Ser Parlanchín con el Zen

 --Sólo tengo que mantener mi boca cerrada
y contar con dar amor a lo largo del día.
Es agradable echar una ojeada al baño de la señora--
Refregás tu floreciente cara y limpias tu amado cuerpo
Mientras  este viejo monje sentado en el agua caliente
¡Se siente aun mas bendecido que el emperador de China! 






A Lady Mori con Profunda Gratitud y Agradecimiento

El árbol estaba estéril de hojas pero  trajiste una nueva primavera.
Largos brotes verdes, inocentes flores, promesa fresca.
Mori*, si yo olvido mi profunda gratitud hacia vos
Dejáme arder por siempre en el infierno.

  *(Mori fue una cantante ciega. Y joven  querida de Ikkyu.)

Tuesday, 19 June 2012

Zen y revolucion por monje kosen

" El aprendizaje del zen se parece a la guerrilla : una pequeña parte de nosotros entra en el maquis para luchar contra el poder corrupto, ávido y mentiroso que dirige nuestra vida interior. Esta lucha parece sin esperanza pero aun así la emprendemos y, con conocimiento, mucha perseverancia, hemos visto triunfar a algunos y liberarse de sí mismos.
El Zen del que hablo no es el aprendizaje de una meditación, es un refugio que el hombre posee desde siempre, un refugio de paz y de felicidad que aparece instantáneamente en cuanto se pone en práctica. Todos los seres humanos, sean quienes sean está capacitados para obtener este tesoro, e incluso si practican un solo día, incluso si no toman la postura más que un breve instante, esto tendrá una incidencia y transformará su existencia irremediablemente.
Descubrimos cosas completamente simples pero extraordinarias, como por ejemplo, el sentimiento de exitir. Todos hemos tenido la ocasión de experimentar este sentimiento, tan íntimo que nos parece eterno, inmortal. No nos parace posible que esta fuerza de vida pueda desaparecer, ni siquiera con la muerte. ¿No será esto la naturaleza de Buda?. Descubrirlo no es más complicado que eso. Con frecuencia creemos que las cosas extraordinarias son inaccesibles. Pienso que, originalmente, el mundo es el paraíso, la tierra prometida, que la vocación del hombre es ser el lado visible de Dios. Incluso lo extraordinario funciona de una manera muy simple.
Eliminar de uno mismo las complicaciones, los parásitos, las contaminaciones es suficiente para que la evidencia aparezca. La evidencia no fue inventada por nadie. No fue el Buda quien inventó la evidencia, ni ningún profeta, ni ningún revolucionario. Solo supieron, aveces, percibirla".
(Respuesta del monje Kosen a la pregunta " ¿Qué es el Zen?" durante una entrevista en Radio Nacional de España en junio de 1997.)

¿ Qué es la revolución ?

Si bien es cierto que a través de los verdaderos maestros surgen y se expresan evidencias revolucionarias, para un monje zen, es totalmente indecente esconderse detrás de un ideal revolucionario.
La revolución que hará del nuestro un mundo más evolucionado no puede consistir en enfrentar negros contra blancos, buenos contra malos, pobres contra ricos, perseguidos contra perseguidores... No puede ser así, por más que se trate de los primeros síntomas.
La percepción revolucionaria de un monje zen es mucho más profunda. Por ejemplo, con respecto a la revolución zapatista de Marcos, el resultado es evidente. ¿ Cómo alegrarse de tal fenómeno ? Es fácil para un intelectual detrás de su periódico tomar partido y utilizar para su propio cuerpo la energía revolucionaria de esa pobre gente que arriesga su vida combatiendo. Y en este fenómeno, la juventud, lo que está vivo, lo espontáneo, corre el riesgo de ser aplastado y aniquilado.
Desde hace muchos años es así en toda Sudamérica. Es como destruir un bosque para construir una autopista o un aeropuerto. Lo peor es que, aunque la revolución triunfe, rápidamente se vuelve rígida como el hielo. Los cubanos se escapan nadando hacia los Estados Unidos. Hace treinta años, Mao Tse Tung proclamaba haber ganado la revolución, y hoy el mundo entero espera la revolución de la revolución. Si la revolución de la revolución llega a China, los chinos podrán tomar Coca Cola y tener tarjetas de crédito.
Entonces, ¿ qué actitud tomar ?
¿ No podemos creer en un mundo honesto y libre en donde cada uno se sienta responsable ?
Carlos Castaneda cuenta cómo Don Juan fue enviado por su maestro a trabajar otra vez en la hacienda en la que había sido explotado durante su juventud, en donde casi había perdido la vida, en donde los jóvenes indios eran secuestrados para ser sometidos a la esclavitud. En ningún momento hay en Don Juan un sentimiento de odio. Sólo ser íntegro e impecable con sigo mismo, sólo la práctica interior a partir de la cual los fenómenos son aspirados como en un torbellino.
Si queremos llevar a cabo una revolución tenemos que emplear el arma mágica que nadie puede atrapar ni detener. Para conseguir esta arma hay que trabajar sin descanso sobre sí mismo. Pero no sólo para sí mismo. Los problemas que nos planteamos sobre el mundo no deben ser abordados con un estado de espíritu ordinario sino con el cuerpo entero, con nuestra práctica de zazen. El poder mágico de zazen está más allá de todo lo que podamos controlar.
Cuestionar las propias concepciones revolucionarias es mucho más difícil que apegarse a ellas. Uno llega al silencio, imposible decir algo. Cuando se cuestionan sinceramente las propias concepcionees ya ni siquiera se es revolucionario, uno mismo se convierte en la revolución. La revolución viva y silenciosa. Sentarse firmemente, sin objetivo, quedarse inmóvil. Practicar zazen, kin hin, sampai, las tres posturas fundamentales, y samú, el trabajo cuya meta no es el beneficio personal sino el bien de todos. No pretender que se comprende algo. Dejar que espontáneamente emerja la verdad y la fuerza cósmica de uno mismo, enseñar la libertad profunda y la actitud justa a los demás, no para hacer propaganda, sino para ayudarlos realmente y difundir esta influencia para que el mundo evolucione. Pero el mundo no evoluciona en una dirección conceptual. La verdadera revolución es la apertura de la conciencia y la responsabilización. Simplemente este silencio, esta evolución llevará al mundo entero dentro del torbellino, el torbellino de las cosas en su lugar, porque la naturaleza fundamental de todas las cosas es revolucionaria.

¿ Qué es la libertad ?

No sé...
No podemos saber lo que es la libertad, no pertenece al campo humano. Si digo qué es la libertad, ya no será libertad. No se puede decir : '' Das ist liberté !''. Quedarían aprisionados en una definición. Creo que en América los indios no veían el mundo en términos de libertad, jamás hablaron de libertad. La libertad es una noción de prisionero, no de hombre libre. La verdadera libertad, es lo que es naturalmente. Los indios consideran que la tierra está viva, que es un ser vivo, y cada forma de la tierra es una expresión de su cuerpo. Los indios plantaron semillas, hicieron crecer cereales verduras... criaron y tuvieron manadas de bisontes, de caballos. De hecho, utilizaron lo que había y todo resultó muy bien. Pero siempre mantuvieron un profundo respeto y una comunicación íntima con todo lo que existe, las rocas, las piedras... Cuando vieron llegar a los blancos, arrasar la tierra, y allí...en las formas de la tierra, ¡Boom!... (movimiento contundente con la mano), arrancaron, plantaron todo derechito, hicieron campos bien cuadrados... Para ellos era un asesinato. Entonces los indios dijeron : ``¿ No ven ? Están hiriendo la tierra, la están destruyendo´´. Estaban muy impresionados: `` Va a traer mala suerte´´ Porque la tierra puede dar felicidad o desdicha. Nunca un indio pensó en términos de libertad. Piensan en la interdependencia, en vivir en armonía con las cosas que existen. Es algo evidente, no vale la pena explicarlo. En interdependencia con las realidades, no solamente con los árboles, las montañas, sino también con los demás hombres. No hay libertad, no existe. Hay una interdependencia, un respeto, un intercambio armonioso o no. Es todo. La libertad es una aspirina para esclavos. 
EL LIBRO 

Saturday, 16 June 2012

Issa Kobayashi : haikus

    
Reseña biográfica

Seudónimo del escritor japonés Kobayashi Nobuyuki, nacido en Kashiwabara, antigua provincia japonesa de Shinano, en 1763.
Huérfano de madre desde muy pequeño, su infancia transcurrió en un medio hostil debido a problemas con su madrastra. A partir de los catorce años, apoyado por su padre, se radicó en Edo, actual Tokio, donde tuvo los primeros contactos con el haiku.
Inspirado en los poetas Mizoguchi Sogan y Norokuan Chikua, escribió los primeras poemas bajo los seudónimos de Kobayashi Ikyo o Nirokuan Kikumei.
En 1795, reconocido ya como excelente poeta, publicó su primer libro de poemas "Tabishui",  adoptando Kobayashi Issa como su nombre poético definitivo.
Después de viajar por diferentes ciudades japonesas trabajando duramente para subsistir, se afincó en Kashiwabara, contrajo matrimonio en tres ocasiones, perdió a cuatro de sus hijos y finalmente murió en medio de la pobreza en el invierno  del 1827.

Algunos Haikus :
Voces
Para el corazón
que no duda,
las blancas flores del ciruelo.
* * *
Las flores han caído:
ahora nuestras mentes
están tranquilas.
* * *
Mientras dormía profundamente,
muy fatigado,
la primavera tocaba a su fin.
* * *
El mendigo
tiene el cielo y la tierra
como ropa de verano.
* * *
Silencio:
una hoja se hunde
en el agua clara.
* * *
La noche es larga;
el sonido del agua
dice lo que pienso.
* * *
Escuchamos los insectos
y las voces humanas
con distintos oídos.
* * *
El año se va:
oculto mis canas
a mi padre.


Primavera
En cada puerta,
La primavera ha empezado
Con el barro en los zuecos.
* * *
La primavera ha llegado
Con toda sencillez:
Un ligero cielo amarillo.
* * *
Cuando envejecemos,
Incluso la duración del día
Es causa de lágrimas.
* * *
Click, clack,
El hombre se acerca en la niebla. -
¿Quién es?
* * *

También hoy, también hoy,
Viviendo en la niebla,
Una pequeña casa.
* * *

Un día de niebla y bruma:
Sin duda los Habitantes del Paraíso
Están aburridos y lánguidos.
* * *
¡Flores de cerezo en la noche!
Cómo ángeles
Descendiendo del cielo.
* * *
Después de que oscureciera
Quise cambiar
La manera cómo lo injerté.
* * *
Una hermosa cometa
Se alza desde
La barraca del mendigo.
* * *
La urraca
Se limpia sus patas lodosas
En las flores del ciruelo.
* * *

Pequeño gorrión,
Apártate, apártate del camino,
El señor Caballo se acerca.
* * *

Un exhausto gorrión
En medio
De un montón de niños.
* * *

Echar arroz también
Es un pecado:
Las gallinas se pelean entre ellas.
* * *

El cervato
Se quita de encima a la mariposa,
Y sigue durmiendo.
* * *

La mariposa revoloteaba
Como desesperada
De este mundo.
* * *
La mariposa voladora:
Yo me siento
Una criatura del polvo.
* * *

No parece
Muy ansioso por florecer,
Este ciruelo en la puerta.
* * *

Nosotros, seres humanos,
Retorciéndonos entre
Las flores que se abren.
* * *
¡Qué extraño,
Estar tan vivo
Bajo las flores del cerezo!
* * *

Flores esparciéndose :
El agua que queremos beber,
En la niebla, lejos.

En la caída de las flores,
No ven ningún Buda,
Ninguna Ley.
* * *
Bajo la luna y las flores
Cuarenta y nueve años
De infructuoso vagabundeo.
* * *
Simplemente confía:
¿No revolotean así
También los pétalos?


Verano
Pobre, pobre, sí, pobre,
La más pobre de las provincias,
Siente este frescor!
* * *

No tengo nada, -
¡Más que esta tranquilidad!
¡Este frescor!
* * *

Ha puesto al niño a dormir,
Y ahora lava la ropa;
La luna de verano.
* * *
Sólo su sonido, -
Pero era una noche
Con un chaparrón de verano.
* * *

Desnudo,
Sobre un caballo desnudo
Bajo la lluvia torrencial.
* * *

Mi pueblo natal,
Estrujado por los bambúes,
Bajo las lluvias de verano.
* * *

Sólo una pequeña cascada,
Pero su sonido
Refresca la noche.
* * *

El cambio de ropa;
Cuidado con la cabeza
En esa puerta!
* * *

El cambio de sirvientes;
Allí donde esté,
Las mismas flores del ciruelo.
* * *
El frescor de la noche,
Consciente de que la campana
¡Toca a muerte nuestras vidas.
* * *

El camino a Shinano;
Más alto y aún más alto
El canto de los plantadores de arroz.
* * *

A la sombra de un matorral,
Una mujer sola
Canta la canción de los plantadores.
* * *
Amamantando al niño en la cama,
La madre cuenta
Las mordeduras de las pulgas.
* * *

Mi cabaña es tan pequeña,
Pero, por favor, practicad vuestros saltos,
Pulgas mías!
* * *

Golpeando a la mosca,
Golpeo también
Una planta, en flor.
* * *
Todo está bien en el mundo;
Deja que otra mosca
Se pose en el arroz.
* * *

Un ser humano,
Una mosca,
En una espaciosa habitación.
* * *

"Hago Mi Aparición,
Yo, el Sapo,
Emerjo de Mi Matorral."
* * *
Esta mañana, un cielo rojo
Para ti, caracol :
¿Estás contento?
* * *

¿Cuándo llegó aquí,
Junto a mí,
Este caracol?
* * *

"La peonía era así de grande,"
Dice la niña,
Abriendo sus brazos.
* * *
Abriéndose paso entre la multitud,
Una amapola
En su mano.


Otoño
¿De quién es pues,
Hijos míos,
Esta roja, roja luna?
* * *

La brisa del otoño;
Se abren las flores escarlatas
Que la niña muerta quiso coger.
* * *

"No tendré nada más que ver
Con este sórdido mundo",
Y el rocío desaparece.
* * *
De las blancas gotas de rocío,
Aprende el camino
Hacia la Tierra Pura.
* * *

Visitando las tumbas:
El viejo perro
Va delante.
* * *

¡La gente, ya se sabe!
Pero ni siquiera los espantapájaros
Están rectos.
* * *
Saltamontes,
No hagas pedazos
Las perlas del brillante rocío.
* * *

El anciano perro
Parece impresionado por el canto
De las lombrices bajo tierra.
* * *

Los dondiegos;
En los rostros de los hombres
Hay defectos.
* * *
La débil planta,
Al fin,
Tiene una vacilante flor.
* * *

Una simple hoja de la paulonia
Ha caído lentamente,
Esta mañana.
* * *

Nísperos silvestres,
La madre come
La parte amarga.
* * *
¡Qué grande, qué hermosa,
la castaña
A la que no pude llegar!
* * *
El ciruelo de mi cabaña;
No pudo evitarlo,
Floreció.


Invierno
El anterior morador:
Sé muy bien
Todo el frío que pasó.
* * *

Al llegar a la puerta,
La campana del Templo Mii
Se queda helada.
* * *

Aún así, aún así,
Sumiso ante el Más Allá,
El fin de año.
* * *
La luna creciente
Está torcida y encorvada
Penetrante es el frío.
* * *

En la tempestad del invierno,
Alguien llama al masajista
En vano.
* * *

Sencillo y sincero,
El criado también
Barre la nieve de la puerta vecina.
* * *
Bajo la fría lluvia,
Por amor a los demás,
¡Ten Piedad Buda!
* * *

Este fuego de carbón;
Nuestros años decaen
Igual.
* * *

Música sagrada en la noche;
Hasta las hogueras
Caen revoloteando las hojas teñidas.
* * *
La gente es poca;
Una hoja cae aquí,
Cae allí.



Friday, 20 April 2012

Diálogos sobre una gota de rocío: Ryokan y Sanriki


¿Quién dirá que mis poemas son poemas?
No, no lo son.
Si ya entiendes que no son poemas,
¡podemos comenzar a conversar de poesía!
Ryokan

Tampoco dirá nadie que mis poemas son poemas.
No, no lo son sin duda.
Este mundo tenue es como una gota de rocío.
La voz de Ryokan y la de Sanriki
entonan los mismos cantos que ranas y grillos.
Sanriki
1.
Ryokan:
¿Qué quedará como mi legado?
Flores en la primavera,
el hototogisu en verano
y las hojas secas del otoño.


Sanriki:
¿Qué dejaré cuando me muera?
Ciudades agitadas y sucias,
las flores de los guayacanes
y las risas interminables de los niños.


2.
Ryokan:
La vida es como una gota de rocío,
vacía y fugaz;
mis años han pasado
y ahora, tembloroso y frágil,
me extingo lentamente.


Sanriki:
La vida es como una gota de rocío,
mudable y sutil.
Cada día más cerca
de la vejez y la muerte.
Aunque me extinga lentamente
no me canso de bendecir
cada día y cada noche
que llegan y se van.


3.
Ryokan:
Sin propósito, los capullos invitan a la mariposa;
sin propósito, la mariposa visita los capullos.
La flor retoña, la mariposa viene.
Viene la mariposa, la flor retoña.,
sin conocer a otros,
sin conocernos, sencillamente seguimos la vía.


Sanriki:
Pocos me conocen,
muchos no saben siquiera que existo.
Por más que de gritos o haga guiños
aunque vivamos en el mismo mundo,
en la misma ciudad,
en la misma calle,
nunca sabré sus nombres,
nunca sabrán el mío.
Como la mariposa
que un día dejó de ser oruga
y sin propósito pisó algunas flores
magnífico gesto de amor
miro esos rostros que no me miran
y veo el mismo brillo
que resplandece en mis ojos.



4.
Ryokan:
Hace tiempo bebía sake,
con frecuencia, en esta casa.
Ahora sólo queda la tierra
cubierta de retoños de ciruelo.


Sanriki:
Hace tiempo, cuando recorría estos viejos senderos,
la esperanza de un encuentro,
la ansiedad de un suceso
siempre estaba presente.
Ahora, las mismas montañas,
el mismo color del cielo
y las grandes ceibas cubiertas de retoños.


5.
Ryokan:
Un bosque denso rodea el camino estrecho;
por todos lados las montañas reposan en la oscuridad.
Las hojas del otoño ya cayeron.
No llueve, pero todavía un musgo oscuro cubre las piedras.
Regreso a mi ermita por un camino que pocos conocen.
Llevo un cesto de champiñones frescos
y una jarra de agua pura del aljibe del templo.


Sanriki:
Denso y oscuro el bosque de pinos.
Bajo su húmeda sombra
reposa la montaña
y crecen mechones de musgo verde.
De regreso a la ciudad
por un camino que muchos recorren
cargo mi morral y mi paraguas
y una botella de plástico casi vacía
de jugo de maracuyá.


6.
Ryokan:
Cesó la lluvia, las nubes se han ido.
El tiempo volvió a aclarar.
Si tu corazón es puro, todo en tu mundo es puro.
Abandona el mundo fugaz, abandónate tú.
La luna y las flores te guiarán por la vía.


Sanriki:
Ha parado de llover.
Aún gotean las ramas de los pinos.
El cielo otra vez azul y limpio.
Incluso el corazón oscuro,
es puro en su esencia.
Incluso este mundo de manchas,
nunca pierde su pureza.
En este mundo fugaz
no te aferres a nada.
Recibe, celebra y despide
todo lo que pasa.
La luna y las flores
iluminan tus huellas.



7.
Ryokan:
Sentado en silencio, oigo caer las hojas.
La choza solitaria, una vida de renunciación.
El pasado ha desparecido, no tengo recuerdo de las cosas.
Mi manga está húmeda de lágrimas.


Sanriki:
Desde mi apartamento, refugio de paso,
acostado, en silencio, oigo la lluvia
repiquetear sobre el asfalto.
No estoy solo,
pero una vida de búsqueda
me pone lejos del mundo de otros.
Son borrosos los días del pasado.
Mis ojos húmedos de llanto
cuando pienso en la mujer que amo
cuya vida resplandece en el fango.


8.
Ryokan:
Pasos de piedra, un manto de musgo verde;
el viento lleva esencia de cedro y pino.
Ya no llueve y el día empieza a clarear.
Llamo a los niños mientras camino hasta el pueblo para traer sake.
Después de beber demasiado, escribo feliz estos versos.


Sanriki:
Las grandes lajas del sendero indio
se cubren de lama verde en el invierno.
El aroma de arrayanes y sietecueros
se levanta después del aguacero.
De mano del viento
recorro la vieja senda de las nubes
hollando las huellas de tantos hombres y animales.
Una niña me saluda con su manita abierta
desde el corredor de su casa.
Le respondo con una sonrisa.
Tal vez nunca volvamos a encontrarnos.
Al volver a casa, corro a escribir estos versos.


9.
Ryokan:
Luego de una noche de lluvia, el agua cubre el camino al pueblo.
Esta mañana el pasto espeso que rodea la choza está frío.
En la montaña veo las montañas azules y verdes como el jade.
Afuera, el río fluye como un manto de seda.
Bajo una piedra cercana a la casa me baño la oreja hinchada
con agua pura de la primavera.
En los árboles, las cigarras recitan un verso de otoño.
Había preparado mi vestido y mi bastón para un paseo,
pero la callada belleza me retiene.


Sanriki:
Después de la lluvia de la noche,
el mochuelo, incapaz de emprender vuelo,
abre sus alas empapadas de agua
sobre el oscuro tapiz de agujas de pino.
En la soledad del bosque,
el frío, el hambre y la niebla
anuncian su muerte segura.
La callada belleza de la muerte
me retiene un instante a su lado.
En el silencio sagrado de la mañana
doy gracias por tan inesperado sacrificio…
Mensajero de otro mundo
el mochuelo señala un camino
que apenas comprendo.



10.
Ryokan:
La fresca mañana de nieve frente al templo.
¡Los árboles! ¿Estarán blancos por los retoños de durazno
o blancos por la nieve?
Me lanzo bolas de nieve con los niños, somos felices.


Sanriki:
En la fresca mañana de los cafetales
la niebla se eleva lentamente.
¡Ah!, guamos, naranjos y cámbulos
con su blanco vestido esponjoso.
En el establo, después del ordeño,
niños y terneros corretean felices.
 

11.
Ryokan:
Primavera. El apacible sonido
del bastón de un monje sale lentamente de la aldea.
En el jardín, sauces verdes;
en el pozo las plantas brotan con serenidad.
Mi cuenco tiene la fragancia del arroz de mil hogares;
mi corazón ha renunciado a la soberbia de los ricos
y a la fama del mundo.
Calladamente, apreciando la memoria de los antiguos budas,
camino a la aldea para pedir ayuda en este nuevo día.
Sanriki:
Nada de lo que tengo y uso
me pertenece… En el lago
flores de loto, en la huerta
nísperos, guayabos y mangos.
Las nubes en el cielo
se alejan suavemente…
Al almuerzo, frijoles y arroz;
arepa con queso en la noche,
la comida que nos dan
mil manos generosas.
Pobre el que posee,
rico el que comparte siempre―.
El turpial en el patio
canta como un ángel
y nadie sabe su nombre.


12.
Ryokan:
Caminando al lado del río que corre cristalino,
llego a la casa de una granja.
El frío de la noche ha cedido el paso al calor del sol de la mañana.
Los copetones se reúnen en un bosque de bambú, las voces saltan de aquí y de allá.
Me encuentro con el viejo granjero que regresa a su casa.
Me saluda como a un amigo que hubiera perdido.
En la cabaña, su esposa calienta sake
mientras charlamos y comemos vegetales frescos.
Juntos, gloriosamente borrachos, ya no sabemos
qué significa la desdicha.


Sanriki:
La desdicha es como un corte de luz repentino.
La noche es larga mientras dura…
Pero, al fin, termina y el sol
se eleva de nuevo en el cielo.
Las aguas claras del arroyo
saltan y cantan mientras corren
sobre el lomo verde de la montaña.
Saludo…, ¿me saluda el copetón
sobre la rama del ciruelo?
En al portada de la finca
un curazao se revienta de morado.
La mano callosa y cálida
del campesino y la taza
de aguapanela caliente
que me ofrece su esposa
con una amplia sonrisa…
A veces, la vida
es tan simple y tan sana…
Aunque se vaya
la luz otra vez esta noche,
en la casa de los campesinos
hoy no habita la desdicha.


13.
Ryokan:
Ayer fui al pueblo a pedir comida de oriente a occidente.
Los hombros se me adelgazan y ya no recuerdo
cuando fue la última vez que alcé un saco de arroz pesado.
El espeso granizo me recuerda permanentemente
lo delgada que es la tela de mi vestido.
¿A dónde han ido mis viejos amigos?
Y hasta las caras nuevas son pocas.
Mientras camino hacia el pabellón de verano, ahora desierto,
no queda nada distinto del viento de otoño que sopla tardío entre pinos y nogales.


Sanriki:
Nunca he mendigado mi alimento.
Ropa y cobijas no faltan en mi armario.
Me encanta cocinar para los otros
y escuchar el canto del granizo en el tejado.
En este mundo, cada cual sigue su propio rumbo.
¿Caras viejas, caras nuevas?
Sólo hojas que brotan y caen de los árboles.
Tarde en la noche, el viento recorre
las calles vacías
entre farolas y chiminangos.


14.


Ryokan:
Incapaz de dormir en toda la noche de otoño, dejo mi casita
y oigo el ruido de los insectos otoñales bajo las piedras.
Las ramas frías están apenas cubiertas.
Desde lejos, de la profundidad del bosque, llega el ruido del agua.
Lentamente, la luna trepa los picos más altos.
De pie, me quedo en silencio por un largo rato.
Mi vestido se humedece con el rocío.


Sanriki:
Otro, cuyo rostro no conozco
¿cómo los ojos se contemplan a sí mismos?―
se empeña en malograr mi sueño.
Cuán gratas las noches serenas del campo,
el canto insistente de grillos y ranas,
la cántiga profunda del arroyo.
Redonda y plena la luna se pasea
lentamente sobre los oscuros cerros.
Sentado en zazen, vencido por el sueño
no soy el otro, no soy el mismo…
¡Cuán vanos los empeños de los seres humanos!


15.


Ryokan:
Regreso a casa después de llenar mi cuenco con arroz.
Ahora me acompaña sólo el amable resplandor
entre la tarde y la noche.
Rodeado de picos de montañas y de una capa
delgada de hojas dispersas.
En el bosque un cuervo de invierno alza vuelo.


Sanriki:
Entre montañas altivas y verdes,
sobre las ramas de mortiño, las mirlas
de plumas negras y picos rojos,
vigilan los pasos de los hombres.
Al final de la tarde, mientras el sol se esconde en el oeste
me cruzo con los campesinos que han terminado sus labores.
Lenta tiende la noche su negro manto
y hombres y mirlas se recogen en sus nidos.
Al llegar a casa, retiro mis zapatos llenos de fango.
La niebla y el rocío cubren las hojas de los árboles.


16.


Ryokan:
Mi vida puede parecer melancólica,
pero en el viaje por el mundo
me he confiado al Cielo.
En mi saco tengo tres puñados de arroz;
en la chimenea, un atado de leña.
Si me preguntan cuáles son las huellas de la iluminación
o de la ilusión,
no puedo decirlo: la riqueza y el honor son sólo polvo.
Mientras cae la lluvia en la noche, me siento en la ermita
y como respuesta estiro los pies.


Sanriki:
A pesar de las predicciones, finalmente
las lluvias de la tarde no caen.
Con el último rayo de sol, el vuelo de una paloma
de la calle hasta la cornisa de un edificio.
Risas de muchachas y aún las penas y tristezas
son oro en este mundo efímero.
¿Ilusión o iluminación?
Por las viejas calles adoquinadas perros callejeros,
pordioseros, policías y estudiantes
recorren los mismos senderos.
En la noche, el barullo distante de la ciudad
mientras me siento a meditar
en mi vieja y fría habitación.

Flores de la calle. JFJ
17.


Ryokan:
Pelo largo y despeinado hasta los oídos,
un vestido viejo que se parece a las nubes blancas y al humo negro,
medio ebrio, medio sobrio, regreso a casa:
un montón de niños me rodea y me guía por la vía.


Sanriki:
Indiferente, crece la ciudad al camino de las nubes.
Como un ciudadano, visto pantalones y chaqueta.
De monje, casi nada. La cabeza rapada es un adorno.
Multitud de niños y jóvenes juegan en la calle.
Al pasar, interrumpo su juego. Nadie se ofende.
De una patada, devuelvo el balón que cae a mis pies.
Invisible, la Vía siempre está en todas partes…
Pero, ¡qué pocos lo saben!


GOGŌ – AN


18.


Ryokan:
El viento sopla en mi pequeña ermita.
No hay cosa alguna en el cuarto.
Afuera, hay mil cedros;
sobre la pared están escritos algunos poemas.
Ahora la tetera está cubierta de polvo
y de la olla de arroz no sale vapor.
¿Quién golpea en mi puerta alumbrada por la luna?
Solamente un viejo de Villa Oriente.


Sanriki:
De paso por esta vida, cuando los años que restan
no son muchos, habitó en una vieja casa
de altos muros de tapia y desvencijado
piso de madera. Cuando la lluvia es densa
hay goteras en el techo y el viento frío se cuela
por las rendijas de las ventanas.
Como, cuando tengo hambre,
Duermo, cuando tengo sueño”.
En la pequeña cocina no falta el alimento
y limpio a menudo las ollas para que no se deposite el polvo.
Pocos me conocen, pocos tocan a mi puerta.
En la medianoche, después del aguacero,
la luna creciente alumbra alta en el cielo.


19.


Ryokan.
Con mi cuerpo viejo e inútil,
en esta solitaria ermita prestada
he visto muchas generaciones de flores.
Cuando regrese la primavera, si aún estoy vivo,
con seguridad volveré a visitarlos.
Pongan atención al ruido de mi bastón.


Sanriki:
Solo, en mi habitación, recuerdo
todas las mujeres que he amado.
¡Cuántos labios, cuántas manos, cuántos ojos
se han trenzado con los míos!
El amor que se fue, el amor que vino…
En esta habitación, el rescoldo nunca se apaga.
20.


Ryokan:
Un día solitario de invierno, unas veces claro, otras nublado.
Quiero salir pero no lo hago, estuve indeciso un tiempo.
De golpe, un viejo amigo llega y me pide que beba con él.
Contento, ahora, tomo el pincel, la tinta y mucho papel.


Sanriki:
Día de lluvia: solitario, el corazón compungido,
contempla el mundo de los hombres…
Ah, la soledad, con que rotunda franqueza se hace presente.
Gruesos nubarrones sobre los cerros del oriente.
De repente, suena el teléfono: con la voz del amigo,
la soledad y la lluvia se alejan lentamente.


21.


Ryokan:
Si hay belleza, debe haber fealdad;
Lo correcto existe porque existe lo incorrecto.
La sabiduría y la ignorancia se complementan.
La ilusión y la iluminación son inseparables.
Es una verdad vieja, no crea que se descubrió ayer.
Quiero esto, quiero aquello”.
Qué tontería.
Le cuento un secreto:
¡Todo es efímero!”


Sanriki:
Aunque todos sabemos
que sin noche no hay día,
sin sed nada beberíamos,
sin separación no habría Amor,
a pesar de que la vida entera
nos pasamos lamentándonos por lo que nos falta
o por lo que ya no queremos más,
nada podemos hacer para cambiar
pues aún el cambio sólo es un sueño
de lo que ha de ser y nunca fue
tal como debería ser.
Hoy, Amor, solícito y extraño,
¡átanos o suéltanos!… Humano
no es ser Uno ni tampoco Dos
Multitud o Nada, ¡qué sé yo!




LARGA NOCHE INVERNAL: TRES POEMAS


22.


Ryokan:
¡Larga noche invernal! Parece interminable
la larga noche invernal;
¿Cuándo llegará el día?
En la lámpara no hay llama, en la chimenea no hay carbón;
acostado escucho el ruido de la lluvia helada.


Sanriki:
Llueve… La luz naranja de las farolas de la calle
se cuela por las rendijas de la ventana.
La noche es más larga y más fría
en ausencia de mi amada.
Duelen, como agujas, las gotas heladas de lluvia
que golpean sobre techos y ventanas.

JFJ
23.


Ryokan:
Para los viejos, es fácil soñar;
Dejo vagar los pensamientos.
El cuarto está vacío y se ha acabado el sake y el aceite…
Larga noche invernal.


Sanriki:
Sueñan viejos y niños
es tan difícil dejar de soñar.
Trato de dormir, pero el canto de la lluvia
me entretiene en la soledad de mi cuarto
de altos y fríos muros de tierra.
Aunque pare la lluvia
esta noche no dejaré de soñar.


24.


Ryokan:
De joven, cuando estudiaba, tenía que llenar
la lámpara con aceite una y otra vez.
Aún hoy me aburre ese trabajo…
Larga noche invernal.


Sanriki:
Cuando joven, me aburría el ruido de la televisión
porque no me dejaba concentrar en el estudio.
Aún hoy me desespera el ruido monótono
de una televisión en el cuarto contiguo.
Incapaz de dormir, me siento contra la pared
para que ruido y pensamientos se apacigüen.


25.


Ryokan:
Verdes montañas delante y detrás,
blancas nubes al oriente y al occidente.
Aunque encontrara un compañero viajero
no tengo noticias para contarle.


Sanriki:
Montañas verdes y azules,
nubes blancas, cielo prístino…
¡Ah!, en mi ciudad, también el verano resplandece.
Por todas partes, pantallas con noticias…
¡Por un instante, un petirrojo sobre la cerca de un edificio!


















Hokusai: Templo y puente
26.
Ryokan:
De noche, en lo profundo de la montaña, solitario en mi ermita,
oigo el quejumbroso sonido de la lluvia y de la nieve.
De la cima de la montaña se escapa el alarido de un mono;
el ruido del río que corre por el valle se ha desvanecido.
Una luz titila frente a la ventana;
En el escritorio, la tinta está seca dentro del tintero de piedra.
Incapaz de dormir en toda la noche,
preparo tinta y pincel y escribo este poema.
Sanriki:
El maullido de un gato solitario en medio de la noche.
Bajo los cerros, cubiertos de bruma,
la vieja ciudad sobrevive a los siglos
y a los abruptos designios de los hombres.
Cerca a la desvencijada casa en que habito
el ruido de un arroyo es apenas perceptible.
De cuando en cuando, taxis y buses bajan atropellantes
por los adoquines de la calle. Las luces
titilantes de una patrulla de la policía
en el hostal del lado…
El miedo acecha las casas de los hombres.
De nuevo, el maullido del gato.
Incapaz de dormir
escribo poemas en mi portátil.
27.
Ryokan:
Invierno en noviembre;
la nieve cae espesa y rápido.
Mil montañas, un color.
Los hombre que pasan por este camino son pocos.
El pasto espeso cierra la puerta.
Paso toda la noche en silencio; unas pocas brazas arden lentamente
mientras leo los versos de los ancianos.
Sanriki:
Lluvias copiosas en abril, ríos y arroyos

se salen de sus cauces, campos y pueblos anegados.
En la ciudad, un aire helado recorre las calles.
Asfalto y cemento se extienden más allá de las montañas.

Como hormigas por las calles

los transeúntes caminan en todas las direcciones.
En la ciudad, casi no queda
espacio para el silencio y la quietud…
De regreso a mi casa en un autobús
releo los bellos poemas de mi hermano Ryokan
y celebro su vida y su mundo
y los míos también.
28.
Ryokan:
Soledad: la primavera pasó.
Silencio: cierro la verja.
Santo cielo, qué oscuridad; el árbol de glicina ya no se ve.
La escalera está cubierta de hierba.
La bolsa de arroz cuelga de la baranda.
Silencio profundo; desde hace tiempo, aislado del mundo.
El hototogisu canta toda la noche.
Sanriki:
En mi tierra, ni primavera ni otoño,
sólo lluvias y soles que vienen y se van.
Abandonar el mundo, también es una ilusión.
Aún en brazos de la mujer que amo
reconozco el color de la soledad.
Desnudas las ramas de los urapanes.
Una leve llovizna oscurece las lozas del patio.
Nacidos para el fuego, mi mujer y yo
retozamos felices la noche entera en la cama.
Como la lluvia, ella viene y se va,
como el Sol, su cálidos brazos me cubren brevemente.


Hokusai: lirios
29.
Ryokan:
Otro año llega a su fin;
el cielo envía un amargo granizo.
Las hojas caídas cubren las montañas.
No hay viajero que eche su sombra sobre el camino.
La noche infinita: hojas secas arden en la chimenea.
Ocasionalmente, se siente el sonido de la lluvia helada.
Confuso, trato de recordar el pasado:
No hay nada, sólo sueños.
Sanriki:
Festejo solitario el Año Nuevo
en un bosque húmedo de pinos.
Bajo la Luna llena enciendo una hoguera.
Sólo el arroyo a mi lado
murmura y canta sin parar.
El pasado ya no existe, el futuro tampoco.
Cualquiera que me observe diría
que soy tonto o estoy loco…
Lo mismo digo yo, mientras grito y bailo sin parar.
Al amanecer, me levanto empapado de rocío.
29.
Ryokan:
Sueño ligero, el lastre de la vejez:
una siesta, un sueño y me despierto de nuevo.
El fuego en la chimenea titila; llueve toda la noche.
Cae un hilo de agua del árbol de plátano.
Llego el momento en que quiero compartir mis sentimientos,
pero no los hay.
Sanriki:
Muchas mañanas lucho contra un sueño pesado y denso
que no me deja levantar. Entre las sábanas aún persiste
el calor del abrazo de mi amada que partió
antes de la media noche. En mi corazón
borbotean sentimientos y pasiones…
Ay, las mujeres que he amado, las que amo,
las que apenas habitan en mis sueños…
El tic-tac de una gotera sobre las hojas del anturio
finalmente, me obliga a levantarme.
30.
Ryokan:
Lanzamos una bola atrás y adelante.
No quiero hacer alarde, pero…
Si alguien me pregunta el secreto de mi arte, le diré:
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete!
Sanriki:
Como una bola de lana, mis pensamientos
rebotan adelante y atrás. Ningún alarde,
ningún secreto, aunque nadie pregunte,
todos lo saben: ¡Ni milagros, ni misterios!
Este arte siempre ha sido igual:
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete!
31.
Ryokan:
Solo, vagando en las montañas,
me encuentro una ermita abandonada.
Las paredes están caídas y no hay sino un camino
para zorros y conejos.
El pozo, vecino de un viejo bosque de bambú, está seco.
Debajo de la ventana, las telarañas cubren
un olvidado libro de poemas.
El polvo se ha amontonado en el suelo,
la escalera está cubierta de maleza de otoño.
Los grillos, sorprendidos por mi visita, chillan.
Miro hacia arriba, y veo la puesta del Sol: Soledad insoportable.
Sanriki:
Fascinantes, todas las ruinas cuentan historias
de otros seres, de otras vidas que se asoman
entre el polvo y los escombros.
Un viejo edificio, sin puertas ni ventanas
es el hogar provisorio de perros y trotamundos.
Por los huecos del techo, la luz naranja
del crepúsculo se cuela y transfigura
por un instante la ruinosa estancia.
La decrépita belleza no me deja continuar la marcha.
Sorprendidos, dos perros se acercan a olerme y saludarme.
Lo saben: soy parte de su mismo mundo.

Hokusai: Ukiyoe
32.
Ryokan:
Las vicisitudes del mundo son como el movimiento de las nubes.
Cincuenta años de vida son apenas un largo sueño
Una lluvia escasa: en la ermita solitaria
en silencio, me arropo con mi túnica y me reclino
contra la ventana vacía.
Sanriki:
La ciudad agitada que crece cada día
parece indestructible. Como las nubes, las gentes y los carros
vienen y se van: mundo flotante, mundo de fantasmas
que me llena de asombro y de amor.
Al final de la tarde, un espléndido Arco Iris
sobre la ciudad y los cerros azules
me atrapa y me obliga a contemplar.
33.
Ryokan:
Un día tras otro,
los niños juegan apaciblemente con este monje viejo.
Siempre tengo dos o tres bolas blancas en la manga.
He tenido mucho que beber: ¡es la tranquilidad de la primavera!
Sanriki:
Me tomo un café y abro mi libreta para escribir.
El monje Ryokan, humilde y solitario,
en primavera, jugaba a la pelota con los niños
y tomaba mucho sake. Vida amorosa y serena.
Yo, monje rebelde, que decidí renunciar a la paz bucólica del campo,
ya no digo que la ciudad es un infierno. En medio del bullicio,
camino lento para encontrarme con mi joven amante.
34.
Ryokan:
El maestro zen Ryokan,
tonto y zoquete,
ha dejado el cuerpo y la mente.
Sanriki:
Ryokan era un maestro zen
tonto y zoquete
que fue capaz de abandonar
cuerpo y mente.
Sanriki, de linaje dudoso,
más tonto y más zoquete,
nunca será capaz de abandonar
ni cuerpo ni mente.

Hokusai
HOTOTOGISU
35.
Ryokan:
La primavera terminó; las montañas y los valles
están cubiertos de lluvia y de hiedra.
En la primavera, por la noche, se desvanecía
el canto del hototogisu.
Pero ahora, muy tarde en la noche,
de nuevo surge su canto del bosque de bambú.
Sanriki:
En verano, el pasto seco y las ramas desnudas de los guayacanes.
Con las primeras lluvias, oro en el cielo y en el pasto.
En las mañanas frescas y serenas del campo,
el canto de los turpiales, el olor de arepa y aguapanela.
36.
Ryokan:
La noche es fresca y fría.
Con el bastón en la mano, atravieso la puerta.
Hiedra y glicinias crecen juntas
a lo largo del camino sinuoso de la montaña;
los pájaros cantan en sus nidos, un mono chilla cerca.
Cuando llego a una cresta, aparece una aldea lejana.
Los viejos pinos están llenos de poemas;
me agacho para beber un trago de agua fresca.
Hay una brisa suave. La Luna brilla en el cielo.
De pie, junto a una construcción abandonada,
me siento como una grulla que apenas flota sobre las nubes.
Sanriki:
A pesar de la lluvia, la noche es fresca y serena.
Al fondo, la ciudad frenética nunca para.
Salgo a caminar con un paraguas negro en la mano
y una mochila con libros y libretas en mi hombro.
Cruzo avenidas y calles llenas de charcas oscuras como el cielo.
No se escucha el canto de las aves que a estas horas
duermen en sus nidos.
Sobre el cemento y el asfalto, brotan pinos, urapanes y pimientos
llenos de poemas y canciones. Sobre los techos de las casas
y los altos edificios, una Luna generosa derrama su luz blanca.
Bajo la cornisa de un edificio, un grupo de desplazados
organiza un hogar provisional mientras piden
la ayuda de los pocos transeúntes.
Compro pan en la tienda de una esquina;
lo reparto sin esperar las gracias.
Al llegar a casa, me siento sobre un cojín como una rana.
PIDIENDO
37.
Ryokan:
Hoy, ya terminó la jornada de pedir; en el cruce de caminos
vago sin dirección, cerca del santuario Hachiman.
Converso con unos niños.
Hace un año era un monje tonto;
este año, no hay cambios.
Sanriki:
Vuelo en un avión temprano en la mañana.
De repente, sobre una ala, un arco iris parece rodearnos.
Sin saber por qué, mi cuerpo se estremece.
El año pasado era un monje tonto enamorado.
Este año, ningún cambio.
Toda una vida cargando huellas y heridas de amor.

Hokusai: paisaje bajo la nieve
ESCRITO EN MI ERMITA EN UNA NOCHE DE NIEVE
38.
Ryokan:
Por más de 70 años me he venido volviendo tonto
de observar a los hombres.
Ya no busco penetrar sus buenas y malas acciones.
Ir y venir es signo de debilidad.
La nieve arrecia al final de la noche.
Bajo la ventana golpeada por el mal tiempo,
hay una vara de incienso.
Sanriki:
El agua de las crecientes cubre y destruye
las obras de los hombres. En un instante,
un ciclón desaparece una ciudad entera.
Por más tonta que sea, cualquier persona
da cuenta de lo pretenciosos que somos todos.
Ir y venir es el destino de las olas ¿en que nos distinguimos?
En mayo, no para de llover y hasta las calles parecen ríos.
Sobre mi escritorio, también se consume una vara de incienso.
39.
Ryokan:
Una lluvia ligera, la montaña del bosque cubierta por la niebla.
Poco a poco, la neblina se disipa en nubes y bruma.
Hay muchos cuervos en la ronda del río.
Subo a una colina que mira el valle para hacer zazen.
Sanriki:
Una neblina espesa sobre las cumbres boscosas.
Amanece, y aún gotean las agujas de los pinos.
Por el camino húmedo del bosque, la ciudad se aleja, poco a poco.
Al llegar a un pequeño lago, los patos migratorios
se asustan al verme y emprenden vuelo.
Una piedra cubierta de musgo verde me sirve de cojín.
Hago zazen mirando al piso cubierto de hojas pardas y grises.
40.
Ryokan:
Después de un día de pedir en la aldea,
me siento en paz bajo una roca en la noche fría.
Solo, con una túnica y un cuenco.
La vida de un monje zen es realmente la mejor.
Sanriki:
No soy un monje mendicante.
No tengo trasmisión ni linaje.
Mi vida no es mejor que la de nadie.
¿Para qué hablar tanto de libertad y despertar
si todos somos tontos de remate?
41.
GUERRA DE CÉSPED
Ryokan:
Otra vez estoy librando con los niños
una guerra de césped primaveral.
Ahora avanzamos, ahora retrocedemos,
cada vez mejoramos nuestra estrategia.
Al atardecer, todos regresan a casa;
la Luna brillante y plena me ayuda a soportar la Soledad.
Sanriki:
Noche tras noche entregados a los combates de amor.
Mi joven amante, con dulzura y nobleza, siempre dispuesta
a encender nuevas hogueras.
Avanzamos, retrocedemos, en un deleite sin tregua.
Al amanecer, regresa a su casa. El sonido de la lluvia
y la Luna blanca amanecen conmigo.
42.
Ryokan:
Oigo en mi ermita el golpeteo de la lluvia nocturna.
¿Cuál es el gran camino? Tengo flores en forma de bolas de primavera.
¿Y el futuro? Si un visitante me hace estas preguntas
todo lo que puedo ofrecer como respuesta es la tranquilidad del ermitaño.
Sanriki:
Llueve. El sonido de la lluvia a veces tan extraño…
¿Para dónde vamos? Nadie parece saber la respuesta.
Por las calles, cada cual sigue su propio rumbo.
¿Cuál es el mejor método? ¿Cuál la mejor ruta?
Mirar al Cielo, pisar la Tierra…
Yo tampoco tengo una respuesta segura.


43.
Ryokan:
Mil picos cubiertos con nieve helada.
En la montaña, diez mil caminos carentes de huellas humanas.
Todos los días, sólo zazen;
de vez en cuando la nieve golpea la ventana.

Sanriki:
Hasta el hielo de los más antiguos glaciares se derrite.
Hoy casi ningún camino carece de huellas humanas.
Este mundo tan arrogante y ambicioso, también se resquebraja,
también desaparece… ¿Qué hacer?
¡Ah, simplemente sentarse! Como las moscas o las ranas…
Sobre los caídos, otros se levantan.
44.
NOCHE DE VERANO
Ryokan:
Tarde en la noche se oye el tenue sonido del arroz en molienda.
Gotas de rocío caen del bambú a la pila de leña,
mientras que las plantas del jardín están húmedas también.
A lo lejos, las ranas croan. Pero parecen cercanas.
Las luciérnagas se prenden bajo, luego alto.
Completamente despierto, lejos del sueño,
aliso la almohada, dejo vagar los pensamientos.
Sanriki:
En las orillas del Atrato, pilonean el arroz
las negras con el ritmo en sus caderas,
lo arrojan al cielo, lo reciben en sus canastas,
entre risas blancas…
En las noches, lluvias interminables festejan
sobre las tejas metálicas…
Vigoroso, el río avanza con su profusa carga
de tierras ocres y rojas, de oscuros cienos.
Lejana, la ciudad, laberinto de luchas y misterios.
Noches de amor entre disparos, músicas grotescas
y gritos de borrachos. Cuando amanece
sobre el lecho blanco
aún tibias las huellas de mi amante.
45.
Ryokan:
Noviembre apenas comienza; caminamos a Matsuno-o.
Un ganso solitario pasa por encima.
Los crisantemos están plenamente florecidos.
Los niños y yo hemos venido a este bosque de pinos.
Hemos caminado un corto trecho,
pero el mundo está a cientos de kilómetros de distancia.
Sanriki:
Esta tierra, este suelo oscuro,
el tejido interminable de la muerte.
Carne, huesos, flores y hojas secas
unidos en íntimo e indisoluble abrazo.
Esta agua fragmentada y continua,
anida y pasa por todos los seres.
Me elige, me recorre, me llena,
fecunda mis sueños, acuna mi muerte…
Por el estrecho sendero de la montaña,
acacias, cámbulos, pinos retorcidos,
hilos de niebla, cerros azules…
Sobre el piso, carnosas y moradas
las flores del amarrabollos.

46.
Ryokan:
De pie, solo, bajo un pino solitario;
el tiempo pasa ligero.
Arriba, el cielo infinito…
¿A quién podré llamar para que me acompañe en el camino?
Sanriki:
Numerosas como las gotas de la lluvia,
pasan y pasan personas a mi lado.
Solo, en el parque,
me siento en una silla a contemplar el crepúsculo…
¡Misterio y vacío!
¿Con quién compartir este asombro?
47.
Ryokan:
Entre la tarde y la noche, el pueblo exhala humo,
el graznido de un ganso de invierno pasa por encima.
El viento sopla entre los pinos de la montaña.
Solo llevo un cuenco de arroz vacío.
Sanriki:
Montañas azules, valles grises de humo.
En el parque, la barrendera recoge
pequeños arrumes de basura y hojas secas.
Día tras día, el mundo sigue su marcha.
En mi mochila, un vestido negro,
el hábito del monje. En el bus,
camino al dojo, se sienta a mi lado
una hermosa muchacha.
48.
Ryokan:
En el camino vacío de la entrada,
hay montones de pétalos dispersos;
al caer, se mezclan con el canto de los pájaros.
Lentamente, el Sol brillante de la primavera aparece en la ventana.
Y una fina línea de humo se eleva del incensario.
Sanriki:
Flores de gualanday, morado tapiz sobre el asfalto.
Las tórtolas se abalanzan sobre los granos de arroz
que arroja una mujer de larga y oscura cabellera.
En las avenidas, crecen guayabos, naranjos y mangos
que las lluvias cargan de frutos.
En mayo, a pesar del invierno, la vida es una fiesta.

Seto de robles y carretera destapada (JFJ)
49.
Ryokan:
Los pájaros se pierden en las montañas lejanas,
las hojas caen sin cesar en el silencio del jardín.
Soplan las brisas solitarias del otoño.
Hay un viejo monje de túnica negra; estoy de pie, solo.
Sanriki:
Amanece. Dorados los rayos del Sol
sobre las montañas verdes.
Al final de zazen,
ciudad y practicantes se levantan.
Desde temprano, el canto de los pájaros
y el rugido de los carros. Monje por un rato.
Al salir a la calle, sólo un transeúnte más.
50.
Ryokan:
Enfermo en mi ermita, sin haber recibido un visitante en todo el día,
mi cuenco de arroz, colgado en la pared,
está sin usar desde hace tiempo.
La planta de glicinia ha desaparecido.
Los sueños vienen y se esparcen en el campo y la montaña.
Mi espíritu regresa al pueblo,
donde todos los días los niños me esperan para jugar.
Sanriki:
Desde el balcón de un quinto piso
observo el mundo flotante:
la ciudad, imperceptible, asciende por las montañas,
los vecinos pasean con sus perros,
jóvenes y niños juegan al fútbol,
en las alcobas, tras las cortinas,
sueños y luchas de amor…
Entre las ramas de los almendros,
mayos y azulejos juegan y saltan
mientras las hojas rojas caen al suelo.
A pesar de la muerte, la vida
siempre tan profusa y tan bella.
51.
Ryokan:
La chimenea está fría, cubierta con ceniza espesa.
La única luz se ha apagado de nuevo.
Soledad. La noche apenas medio termina.
Silencio. Sólo oigo la voz distante de una quebrada en la montaña.
Sanriki:
En la ciudad, luces y ruidos nunca se apagan.
En silencio, el monje avanza por la avenida
uno más, de nombre desconocido.
Los seres humanos, minúsculos, como hormigas…
¡qué barullo entre ríos sucios y nubes grises!

Diente de León (JFJ)
52.
Ryokan:
El cielo arriba, la montaña abajo;
té claro y sopa aguada es todo lo que preparo.
En todo el año no me he encontrado a un hombre sabio,
sólo ocasionalmente he visto a un leñador.
Sanriki:
Para desayunar, café y una tajada de pan.
Al amanecer, después de la lluvia de la noche,
montañas y nubes grises.
Somos tontos la mayoría de los hombres.
¿Qué sentido tienen nuestros actos?
Al montarme al bus, respondo con alegría
a los “buenos días” del chofer.
53.
Ryokan:
Regreso a casa después de un día de pedir ayuda;
los arbustos han cubierto mi puerta.
En este momento, un poco de hojas secas arden en la chimenea.
En silencio, leo los poemas de Han Shan.
Al viento del otoño lo acompaña una lluvia ligera
que hace sonar el pasto.
Estiro los pies y me acuesto.
¿Qué hay para pensar? ¿Qué hay para dudar?

Sanriki:
En medio del estrépito de la gran avenida
me siento a tomar un café
y a leer los poemas de Ryokan.
De Montaña Fría al Gran Tonto,
el mismo sueño, la misma búsqueda.
La vida del monje Ryokan fue simple y austera.
Yo no soy él. Sigo mi propio camino
e inclino mi cabeza con las manos unidas.
En la ciudad, multitud de sueños y agonías.
¿Dónde encontrar silencio y soledad?
Vivir nunca ha sido fácil, ni morir tampoco.
Para “despertar” vinimos al mundo.
Eso es todo.
54.
OCASO
Ryokan:
Después de veinte años, regreso a la aldea donde nací;
no hay huellas de amigos ni parientes:
han muerto o se han ido.
El toque de campana del templo quiebra mis sueños.
El piso está vacío, no hay sombras, hace tiempo que la luz se extinguió.
Sanriki:
La ciudad está llena y vacía al mismo tiempo.
Los amigos, como las nubes, vienen y se van;
pero los parientes son aún más lejanos que los amigos.
Bodegas y centros comerciales se convierten en templos.
La piedad de hoy es extraña y frágil.
Ya no se distinguen ni luces ni sombras.
Al lado del andén, me detengo a contemplar
como las hormigas reconstruyen su hormiguero.

Bosque de helechos (JFJ)
55.
Ryokan:
¿Quién dirá que mis poemas son poemas?
No, no lo son.
Si ya entiende que no son poemas,
¡podemos comenzar a conversar de poesía!
Sanriki:
Tampoco dirá nadie que mis poemas son poemas.
No, no lo son sin duda.
Este mundo tenue es como una gota de rocío.
La voz de Ryokan y la de Sanriki
entonan los mismos cantos que ranas y grillos.
56.
Ryokan:
Hay una lluvia intermitente sobre mi ermita.
Una solitaria luz titila mientras el sueño regresa.
Afuera golpean las gotas de lluvia.
Recuesto mi bastón negro y ruidoso contra la pared.
La chimenea está fría, no hay carbón
que espere a mis visitantes imaginarios.
Tomo un libro de poemas.
Esta noche, solitario, siento una emoción profunda.
¿Cómo podré explicarla mañana?
Sanriki:
Al llegar la noche, antes de que el cansancio me venza,
leo un libro de poemas de Ryokan.
Después de leer algunos versos, con mis ojos anegados
me duermo con el libro abrazado contra mi pecho.
¿Cómo explicar esta emoción que me despierta?
Después de la llovizna del alba,
un Sol radiante inunda la mañana.
Ryokan es mi hermano del alma.
Dos siglos después, sigo sus huellas.
57.
Ryokan:
Sobre mi ventana hay una mata de plátano muy alta,
tanto que parece mecerse por encima de las nubes.
Su sombra mantiene fresca mi choza.
Mientras leo poemas chinos, escribo versos.
Sentado en silencio, el día pasa sereno.
Sanriki:
¡Quién podría creerlo:
frente a mi ventana, en plena urbe,
la verde y densa fronda del bosque!
Sobre las montañas azules, nubes blancas
se asoman y se alejan lentamente.
Un rayo de Sol brilla intenso sobre el escritorio.
Corro la persiana, mientras leo
y escribo en el pequeño portátil.
La vida de ciudad es agitada y confusa,
pero hombres y mujeres
gozan y sufren, viven como las nubes.

Dalia del monte (JFJ)
58.
Ryokan:
¿Ilusión o iluminación? Dos lados de la misma moneda.
¿Universales y particulares? No hay diferencia.
Todo el día leo el sutra sin palabras;
en toda la noche no me viene un pensamiento zen.
Un ruiseñor canta en los matorrales cerca del río.
Los perros del pueblo le ladran a la Luna.
No tengo obstáculos en el corazón,
pero aún me hace falta la verdadera compañía.
Sanriki:
Atrapados por las palabras, los practicantes del zen
son tan oscuros e ilusos como cualquier ser mundano.
De tanto insistir en la pureza y la verdad
sus oídos son sordos
al sermón de los turpiales en el alba
y al sutra sin palabras de muros y piedras.
Allá ellos con sus poses santurronas.
Con mi corazón medio limpio, medio sucio
y el placer de la compañía que pasa
habito en este mundo claroscuro
y celebro con los perros que ladran a la Luna.
59.
Ryokan:
Mi puerta ha estado abierta por muchos días,
pero no hay huella de que alguien haya entrado tranquilo al jardín.
La estación de las lluvias ya se acabó;
un musgo verde lo cubre todo.
Lentamente, las hojas del nogal flotan para luego caer a la tierra.
Sanriki:
Toda la tarde he pasado encerrado
en mi pequeño y frío cuarto de la capital.
En la mañana, algunas lluvias ligeras,
en la tarde, un cielo azul intenso y algunas pocas nubes.
La puerta de mi casa permanece cerrada con seguro.
De vez en cuando, baja un gato negro del tejado.
Finalmente, la “Reina de la dulzura” no ha llamado.
Como las hojas secas, los deseos flotan por un instante
y luego caen sobre el suelo.

Ryokan:
En el camino vacío de la entrada,
hay montones de pétalos dispersos;
al caer, se mezclan con el canto de los pájaros.
Lentamente, el Sol brillante de la primavera aparece en la ventana.
Y una fina línea de humo se eleva del incensario.
Sanriki:
Flores de gualanday, morado tapiz sobre el asfalto.
Las tórtolas se abalanzan sobre los granos de arroz
que arroja una mujer de larga y oscura cabellera.
En las avenidas, crecen guayabos, naranjos y mangos
que las lluvias cargan de frutos.
En mayo, a pesar del invierno, la vida es una fiesta.

60.
Ryokan:
Con el bastón en la mano, camino hacia el pueblo
por la ronda del río.
Aunque la nieve permanece en las cercas,
el viento de oriente anuncia la primavera.
El canto de un ruiseñor salta de un árbol a otro;
el césped comienza a mostrar pintas de verde oscuro.
De golpe, me encuentro con un viejo amigo.
Nos sentamos a conversar sobre una colina
que da al valle del río.
Luego, en la casa, abrimos muchos libros y tomamos té.
Esta noche traduzco a poesía las escenas de la tarde.
¡Los ciruelos florecidos y la poesía son maravillosos juntos!
Sanriki:
Las calles de la ciudad resplandecen
bajo el Sol ardiente del verano.
En los andenes, amarillos
algunos guayacanes florecidos.
La joven me recibe en un pequeño cuarto
vestida sólo con sus vistosas prendas íntimas.
Hablamos un poco de la vida,
mientras nos amamos suavemente.
Me murmura al oído
que quisiera poder vivir de otro modo.
Al partir, mi corazón rebosa de gratitud.
Ah, como enseñarle a esta joven frágil
que la vida es cambio permanente…
¡Como los guayacanes en flor,
aunque la bella joven no lo sepa,
su vida es la más pura poesía!
61.
Ryokan:
Enfermo de nuevo, durante tres primaveras seguidas.
Como me habría gustado tener un poema
que hubiera dejado un visitante.
El año pasado jugué todo el día con los niños
en el templo Hachiman.
¿Me estarán esperando este año?
Sanriki:
Todos los días, enfermedad y muerte
recogen su fecunda cosecha.
El rostro del amigo con la huella del cáncer;
el otro, arrastra su pierna al caminar,
en la casa del lado, el llanto de un velorio,
en las calles, miles de crónicas negras…
En el parquecito, corretean
los niños tras una pelota…
¡Ah!, este cielo azul
y el viento de la tarde..
Pocas, pero contundentes
las razones de la vida.
62.
Ryokan:
Una choza solitaria:
en todo el día no se ve a nadie.
Sentado bajo la ventana,
sólo escucho el sonido continuo de las hojas que caen.
Sanriki:
Aunque me gusta el silencio del monte
no persigo la ilusión del ermitaño.
En la noche, cuando cierro la puerta de mi cuarto
en el edificio multifamiliar en que habito,
celebro la soledad y el silencio
de mi pequeño cuarto.
Cuando llueve, las gotas de lluvia
cantan entre las ramas de los tulipanes.
63.
Ryokan:
Tratar de traducir lo cotidiano en verso;
tener calma y firmeza para ver
la luz del Sol y oír el canto de los pájaros
y mirar serenamente la prisa humana por coger las cosas.
Sanriki:
Describir este mundo con belleza
y sin adornos, con el sabor del canto
de un grillo o de una rana…
Contemplar la luz del crepúsculo
entre los altos ventanales de un edificio
y ver el pasto verde, el azulejo, el Misterio…
Por mas que quiera atraparlos
mis palabras no son más que el polvo de este mundo.
64.
Ryokan:
Primeros días de primavera: cielo azul, Sol brillante.
Todo se torna gradualmente verde y fresco.
Llevo mi cuenco y camino despacio hacia la aldea.
Los niños se sorprenden al verme.
Hay gente alegre alrededor.
Termino mi viaje en la puerta del templo.
Pongo mi cuenco encima de una roca blanca,
cuelgo mi saco de la rama de un árbol.
Aquí jugamos con el pasto y tiramos una bola.
Unas veces atrapo la bola y los niños cantan;
luego me toca el turno.
Jugando así, aquí y allá, me olvido del tiempo.
La gente pasa, se ríe de mí y se pregunta:
¿Cual es la razón de tanta tontería?”
No respondo, más bien me inclino profundamente.
Aún si contestara no entenderían.
Miren, no hay nada más que esto.
Sanriki:
En la ciudad, la gente se levanta como el polvo,
de aquí para allá, por todos lados.
En la mañana, bajo una llovizna ligera,
viajo en un gran autobús rojo
hasta otro extremo de la gran urbe.
Los pasajeros miran al frente con sus rostros adustos
-no se ven particularmente alegres.
Uno que otro árbol de verde follaje
crece con esfuerzo entre el duro concreto.
En el horizonte, un cielo gris,
la luz pálida de la mañana.
Todos parecen ocupados en alguna tarea muy urgente…
Las mujeres y los hombres modernos
tampoco entenderían las razones de Ryokan
para jugar con los niños.
Ah, pero cuando llega la muerte,
¡cuántos lamentan no haber comprendido
que no era nada más que “esto”!
65.
Ryokan:
En el camino, de visita a una famosa ciudad
distante varios “ri1”,
me encuentro de golpe con un leñador.
Juntos caminamos bajo los pinos de un sendero estrecho.
La fragancia de los ciruelos florecidos viene
desde el otro lado del valle.
Llego aquí buscando un sitio tranquilo.
Una carpa alegre salta en el viejo estanque.
La luz del Sol llena el bosque de calma.
¿Qué hay en el cuarto?
Sólo unos libros de poesía tirados en el suelo.
Me siento en casa, me aflojo el vestido
y saco unos pocos versos de los libros.
Más tarde, en el ocaso, camino por el corredor oriental
mientras los pájaros de la primavera se alborotan
encima de mi cabeza.
Sanriki:
Después de renunciar a la vida formal de monje zen
vivo entre mi ciudad natal y la capital.
A mi edad, tengo el privilegio de volver a empezar.
En la calma del viejo barrio en que habito en la capital,
camino entre altos muros de tapia,
viejos ventanales de madera
y grandes techos de tejas de barro
oscurecidas por musgos y lamas verdes.
Entre las estrechas callejuelas adoquinadas,
me encuentro con un hombre consumido por las drogas
que implora mi ayuda para curar sus llagas.
Al cerrar la puerta de mi casa,
retiro mis zapatos, mi abrigo
y me siento a leer poemas.
La luz del crepúsculo se refleja
en miles de cristales… Vasta,
la ciudad se pierde entre las brumas lejanas.
Con las sombras de la noche,
enciendo una vela y una varita de incienso.
En la calma de mi cuarto, me siento
con las piernas cruzadas y la espalda recta.
―“Simplemente sentarse”, sin propósito, sin provecho…
66.

Ryokan:
De niño estudié los clásicos chinos,
pero pronto me aburrí de su contenido.
De joven aprendí zen, pero fracasé en su trasmisión.
Ahora vivo cerca de un templo,
mitad sacerdote shinto, mitad monje zen.

Sanriki:
De joven conocí a Issa
y entre mosquitos, ranas y gorriones
me enamoré de “el dedo que señala la Luna”.
Un poco mayor, cuando creí que lo perdía todo,
conocí el zen y por tres décadas fue mi único camino.
Ahora ni poeta ni monje zen del todo.
Respiro por mi nariz y como con mis manos.
Es todo.
67.
Ryokan:
Mi cabaña está en medio del bosque espeso;
todos los años crece más la maleza.
Aquí no llegan las noticias de los hombres,
sólo el canto ocasional de un pájaro carpintero.
Cuando sale el Sol, remiendo mi túnica;
cuando sale la Luna, leo poemas budistas.
No tengo nada que contar.
Si quieres encontrar el significado,
deja de buscar tantas cosas.
Sanriki:
Vivo en una vieja casa desvencijada
que en pocos años habrá de caerse.
Por la ventana de mi cuarto, cercanas
se asoman montañas verdes y azules
tras los techos de tejas de barro.
En el patio de la casa crece libre la maleza
y el platico del gato permanece vacío.
El frío y la lluvia son frecuentes en la capital;
muchos días paso vestido con saco de lana
mientras leo y escribo sobre mi mesa de trabajo.
Pocas veces me llaman al teléfono.
Pero en esta soledad preferida, no faltan
las palabras amables, los saludos amorosos.
Decir que ya no busco nada sería falso y tonto.
El rostro de la amada es mudable
y el goce, tan simple y tan diverso.
68.
Ryokan:
Una noche fría, sentado solo en mi cuarto vacío,
lleno con el humo del incienso.
Afuera, un bosque de bambú de cien árboles.
Sobre la cama, libros de poesía.
La Luna brilla en lo alto de la ventana.
El vecindario está silencioso
y sólo se oyen chillar los insectos.
Mirando la escena, siento una inmensa emoción.
Pero no digo ni una palabra.
Sanriki:
Después de tantos años de emoción,
ya muy pocos libros me acompañan.
A mi edad, las ideas y las historias pierden importancia,
pero los cantos vuelven más intensos y coloridos.
En las largas noches de lluvia,
nada más grato que la compañía de un viejo poeta,
muerto, quizás, hace siglos en un país lejano y desconocido.
Hermano del alma, su cálida voz ilumina mi estancia.
A veces, el libro que leo cae a un lado
y mis oídos se llenan con los cantos
de los grillos y del arroyo lejano.
¡Ah, el olor de la noche
me deja mudo y sin aliento!

69.

Ryokan:
He regresado a Itoigawa, la aldea donde vivía.
Enfermo, descanso en una posada
y escucho la lluvia.
Una túnica y un cuenco es todo lo que tengo.
Cuando estoy un poco más fuerte, me levanto,
enciendo incienso y me siento en zazen.
Toda la noche cae la lluvia triste,
y sueño en mi peregrinación de los últimos diez años.
Sanriki:
En los último meses
mi vida se pasa entre la capital
y mi ciudad natal, sin saber
en cual me he de quedar.
Veinte años viajando entre uno y otro rumbo
detrás de una enseñanza
que no había que buscar en ningún lugar.
Al fin lo comprendí y, ahora,
no se de dónde soy, si de ésta
o de esa otra gran ciudad.
Aquí y allá, me siento en zazen con libertad.
Aquí y allá, las nubes pasan,
cae la lluvia, sale el Sol,
aparecen alegrías y tristezas,
desgracias y esperanzas…
Aunque no estoy enfermo aún,
pronto, quizás, he de morir.
No he hecho todo lo que debería hacer,
pero he abrazado y besado
tantas veces este mundo
que mi corazón jamás
dejará de latir.
No, mi corazón no,
el Corazón que me dio vida
y que también me hará morir,
el mismo que palpita
en urapanes, aves, ríos y montañas,
en el viento de esta tarde
que recorre las calles tumultuosas
de esta gran ciudad.
MONÓLOGO
Sanriki:
El joven cuerpo ardoroso
por un tiempo te seduce.
Pero sus aguas dulces
pronto te fatigan.
Amor y deseo son fugaces,
pero de los dos, sólo el amor
tiene fuerzas para continuar.
Demasiado ocupada en sus asuntos materiales
la joven bella cierra su corazón,
su ardor se vuelve duro
y su pasión la ata y empobrece.
Nada de lo que hagas debería limitarte,
mira al cielo, aprende del agua:
lo que sigue, lo que cambia,
lo que vive, lo que muere…
1Ri: medida antigua del Japón equivalente a 4 kilómetros.

70.
TAMAGAWA
Ryokan:
Ahora, en mitad del otoño, el viento
y la lluvia son más melancólicos.
Mi espíritu vagabundo es inseparable de este camino difícil.
En la noche larga, los sueños flotan sobre la almohada.
Me despierto de golpe y confundo el sonido
del río con la voz de la lluvia.
Sanriki:
Cuarenta años después puedo comprender
que el camino que elegí
no fue ni largo ni tortuoso,
sino el único que podía seguir
para llegar a mí mismo.
Ya no persigo sombras ni palabras ajenas.
Los que aman este mundo
y pastorean, son mis hermanos,
mis compañeros en este viaje maravilloso.
En mis sueños, los ríos fueron nacimientos.
Cuando despierto, mi corazón se alegra
con el canto de la lluvia.
71.
Ryokan:
Cargado de leña al hombro,
camino por el sendero quebradizo de la montaña verde.
Me detengo a descansar bajo un pino alto;
sentado en silencio,
oigo la canción primaveral de los pájaros.
Sanriki:
Amo los senderos del bosque
y los fogones de leña.
En la selva, he escuchado el canto de los aulladores,
en la sierra, el de los turpiales.
Después de un largo camino,
el corazón palpita de alegría
al llegar a la cima de la montaña.
Abajo, las casitas de los hombres;
arriba, la infinita senda de las nubes blancas.
72.
Ryokan:
Al comienzo del verano, viajo en una barca de madera.
Una adorable niña empuña una flor
de crisantemo en sus manos blancas.
El día es cada vez más brillante.
En la playa, los jóvenes juegan.
Por entre los sauces corre un caballo.
Mirando con timidez, y sin hablarle a nadie,
la niña esconde su corazón partido.
Sanriki:
¡Qué pena por el amor que pena!
¿Cuántos ojos esconden su llanto?
En julio los días son brillantes y las muchachas
caminan ruidosamente por las calles.
Una niña vestida de blanco
camina cogida de la mano de su madre.
Veo su rostro dulce por un instante.
En pocos años también
tendrá un corazón anhelante
atrapado por las alegrías y las penas
que el amor nos trae.
Aunque viviera en ese tiempo,
nada podría hacer para evitarlo.

Ryokan sentado en zazen (meditación)
73.
Ryokan:
Desde que vine a esta ermita,
¿cuántos años han pasado?
Si estoy cansado, estiro las piernas;
si me siento bien, doy un paseo por la montaña.
El ridículo de la alabanza del mundo no significa nada.
Sigo mi destino y doy gracias
por el cuerpo que recibí de mis padres.
Sanriki:
En la mañana, con un Sol radiante,
di un corto paseo por la ciudad.
Bajo el cielo de verano,
aún edificios, casas y calles
compiten en belleza con flores y árboles.
El resto del día estuve quieto
en mi pequeña casa de La Candelaria.
Los amigos que anunciaron su visita
nunca llegaron. Ahora, sólo la noche
penetra lentamente por las ventanas.
¡Qué inútil seguir las huellas ajenas!
En la paz de mi cuarto, sobre mi cuerpo
reposan los sueños de mis padres.
74.
Ryokan:
Cerca de un templo de Kannon,
tengo una ermita provisional;
Solo, amigo íntimo de mil poemas verdes
escritos en el follaje.
De vez en cuando me pongo mi túnica de monje
y bajo a pedir comida para este cuerpo viejo.

Sanriki:
En las ciudades hay templos por todas partes.
Aunque soy extraño a la piedad de las iglesias,
de cuando en cuando, ingreso a una capilla
en busca del silencio escaso en las calles.
Anoche, en el cumpleaños de una amiga,
me sentí como un bicho raro
oyendo recitar con devoción mantras y kirtans
a un grupo de hombres y mujeres.
No me sucede lo mismo
cuando me siento en la noche
al lado de un lago y escucho como mío
el sublime concierto de ranas y grillos.
75.
Ryokan:
En la Tierra encontramos mil poemas
escritos por los árboles, los pájaros,
las piedras, la Luna, las montañas
y el cálido amor de mil maestros.
Sanriki:
En el cálido abrazo de las mujeres que he amado,
en el gesto apacible del taxista que me trae a mi casa,
en la manita sucia del niño que pide limosna en la calle,
en las nubes blancas y en la polvareda que levantan los carros,
en el tumulto y en la prisa de las grandes ciudades…
brotan sin cesar los más bellos y sabios poemas.

Gogoan, la ermita de Ryokan
76.

Ryokan:
En la noche, en la montaña profunda, me siento en zazen.
Las cosas de los hombres nunca llegan aquí.
En medio del silencio, me siento del otro lado de la ventana.
El incienso ha sido consumido por la noche infinita.
Mi vestido se ha vuelto un paño de rocío blanco.
Incapaz de dormir, camino hacia el jardín;
de golpe, encima del pico más alto, aparece la Luna.

Sanriki:
Sentado en zazen, la noche de la ciudad
se vuelve más profunda; prisas y obsesiones
lentamente se apagan. No siempre es así.
Un carro se detiene frente a mi ventana,
la voz de un hombre indaga por una casa vecina.
En el patio, ladra un perro a la Luna.
Después de una hora, me levantó del zafú;
el frío y el aroma de la calle después de la lluvia
me inundan como un bálsamo oportuno.
77.
Ryokan:
Mi choza, en una aldea lejana,
es poco más que cuatro paredes desnudas.
Fui un monje mendicante, que erraba por largo tiempo
de aquí para allá, sin parar en ninguna parte.
Recuerdo el primer día de mi peregrinación hace años:
¡Cuánto ánimo tenía entonces!
Sanriki:

Hace muchos años, cuando buscaba mi camino,
dormía en un choza indígena en la Sierra Nevada
de techo de paja, paredes de bahareque
y piso de tierra. Era entonces un joven
desesperado y perdido. Hasta ese lugar,
alguien llegó para hablarme del Zen.
Desde entonces nunca he puesto en duda mi camino.
Que se llame o no Zen es lo menos importante.
78.
Ryokan:
Las noches de otoño se hacen largas
y el frío penetra el colchón.
Voy a cumplir sesenta años,
pero no hay nadie que considere a este cuerpo débil y viejo.
La lluvia ha cesado y sólo se siente caer del techo un chorro leve.
Toda la noche he oído el ruido incesante de los insectos:
bien despierto, incapaz de dormir,
doblado sobre mi almohada, miro los rayos
puros y brillantes del amanecer.
Sanriki:
En pocos días cumplo 56 años.
Ni viejo ni débil, mi cuerpo responde aún
al reto exigente del ascenso a la montaña
o al del ardoroso cuerpo mi amada.
En la capital, el frío penetra la piel;
los días grises de invierno
pasan lentos y melancólicos.
Esta mañana, muy temprano,
los rayos del Sol penetraban
por las rendijas de la ventana.
¡Qué fiesta de flores por la ciudad!

Poema de Ryokan sobre un monje loco
79.
ESCAMPANDO
Ryokan:
Hoy, mientras pedía limosnas, cayó un chapuzón.
En una capilla, esperé que pasara.
Estuve contento: tenía un jarro para el agua
y un cuenco para el arroz.
Mi vida es como la de una vieja cabaña:
pobre, simple, silenciosa.

Sanriki:
Una noche, perdido en el bosque,
debí dormir al lado de un río torrentoso.
Al comienzo, me sentía angustiado,
como un niño perdido, no sabía qué iba a suceder.
Al cabo de un rato, me calmé:
la Luna brillaba alta en el cielo
y la montaña solitaria irradiaba una profunda paz.
¡Qué inmensamente rico era: en mi mochila
tenía tres ciruelas maduras,
una caja de fósforos y un frasco de miel!
Podía quedarme en el bosque,
pero preferí salir…
Amo el mundo de los hombres
complejo, ruidoso y en continua agitación.
80.
Ryokan:
En las diez direcciones de la Tierra de Buda
sólo hay un vehículo.
Cuando miramos con claridad,
a penas hay una enseñanza.
¿Qué hay para perder? ¿Qué hay para ganar?
Si ganamos algo, estaba allí desde el principio.
Si perdemos algo, está oculto en alguna parte.
Miren la bola bajo mi manga.
Con seguridad vale mucho.
Sanriki:
¿De que sirve vestirse de un modo especial?
¿Para qué utilizar nombres y palabras extrañas?
En esta Tierra Pura todas las gotas
son partes de un mismo Océano
y cada vida nos es más que una ola
que se eleva y que vuelve a caer en él.
La niña que llora por el helado que perdió
no alcanza a ver la alegría con la que un perro
se lo come en un santiamén.
En la pileta del parquecito
las palomas toman su baño matinal
y, por un instante, esponjan sus plumas
bajo los rayos del Sol.
81.
Ryokan:
Realmente amo la vida de soledad.
Con mi bastón, camino hacia la cabaña de un amigo.
Los árboles del jardín están empapados
por la lluvia de la noche.
Reflejan el fresco y claro cielo otoñal.
El dueño del perro viene a saludarme;
los crisantemos florecen a lo largo de la cerca.
Esta gente tiene el alma de los antepasados.
Un muro de tierra marca su separación del mundo.
En la casa hay libros de poesía apilados por el suelo.
Abandonando lo mundano,
suelo venir a este sitio tranquilo,
donde habita el espíritu del zen.
Sanriki:
En mi país no existe aún el espíritu Zen.
Las huellas de los antepasados son confusas y dispersas.
¿Cuántos siglos más serán necesarios
para que los habitantes de estas tierras
disfruten como lo natural del silencio y la soledad?
Todo el mundo quiere hacer algo especial,
incluso los que recién han descubierto la Vía.
¡Ah, si tan sólo comprendieran el valor
de esta luz naranja y fucsia del crepúsculo
que se derrama generosa sobre la ciudad!
Mientras cae la noche, camino y pienso
en lo grata que es una buena compañía.
Pero por las calles no encuentro ningún rostro conocido.

82.
Ryokan:
Estoy alojado en un viejo templo:
la noche ha terminado, el cuarto está vacío.
El frío crudo me ha impedido soñar.
Me siento en silencio y espero
que suene la campana del templo.
Sanriki:
¿Qué dirías de un lugar
en el que los perros espantan a los niños?
Del único templo en el que he vivido
preferí huir en medio de la noche.
Libertad y despertar son meras palabras.
Las más profundas enseñanzas
son trampas para el espíritu.
Fiel al instinto, al viejo perro
le importan un bledo las normas del templo.
83.
Ryokan:
Cuando era niño,
siempre jugaba aquí y allá.
Me ponía mi vestido favorito
y conducía un caballo de nueces con una nariz blanca.
Hoy paso la mañana en el pueblo
y la noche bebiendo entre los duraznos florecidos
en la vega del río.
Al regresar a casa, me pierdo. ¿Dónde estoy?
Riendo, noto que me hallo cerca de un burdel.

Sanriki:
Inocente, limpio, después de jugar
con los niños y beber hasta embriagarse,
Ryokan bailaba con las cortesanas…
¡También un burdel es la Tierra Pura de Buda!
Qué el caballito de nueces de Ryokan
y la espada de madera de Ikkyu
iluminen mi camino.
84.
Ryokan:
En el cruce de caminos, jugando a Hotei1,
voy y vengo con mi cuenco.
¿Cuántos años han pasado?
Pretendo de nuevo ignorar a dónde voy;
sopla un viento fresco y el brillo de la Luna
cubre el cielo de otoño.
Sanriki:
El gran Hotei con su enorme bulto
de baratijas y cosas inútiles
da palmas y ríe en el cruce de caminos.
Ryokan llega con su cuenco y sus hábitos raídos.
Juntos, entre la multitud, bailamos felices
bajo la espléndida Luna de julio.
1Hotei o Bu-Dai (布袋羅漢 (pinyi: bù dài luó hàn) literalmente: ‘fardo de tela’). En China se le conoce como Bu-Dai (Wade-Giles: Pu-Tai) o Mi Le Fo (彌勒佛 ‘Amoroso’ o ‘Amistoso’). Hotei es conocido en el mundo de habla hispana como el “Buda sonriente” o el “Buda gordo” o, simplemente, como “un buda” y, muy posiblemente, la homofonía entre Buda y Bu-Tai son los responsables de la confusión.

85.
Ryokan:
Sentado en una agreste roca,
Miro cómo las nubes se reúnen desde todas las direcciones.
Una pagoda resplandece bajo el sol.
Más abajo esta la fuente Ryuo,
donde se puede lavar el cuerpo y el espíritu.
Encima, hay pinos milenarios.
Un brisa suave se lleva el día.
Quisiera caminar con otro que haya dejado el mundo,
pero nadie llega.
Sanriki:
Afuera, en la calle, se escucha el paso rápido
de los carros sobre los adoquines.
En la ciudad, gentes y carros viajan hacia todos lados.
Con el desorden de un compañero,
afanado por las cosas del mundo,
pienso en mushotoku, sin meta, sin provecho
Negocios y asuntos humanos
suelen ser tan patéticos…
Yo también añoro la compañía de los que viven
realmente como nubes y ríos.
86.
Ryokan:
Después de caminar un tiempo llego al cobertizo;
el Sol se pone detrás de las montañas de occidente.
Hojas de sauce cubren el pequeño jardín;
el estanque está frío y los lotos han desparecido.
Mis peros y nogales llenos de frutos sombrean el camino.
A lo largo de la cerca de bambú,
los grillos chirrean incesantes.
El verano cambia su cara lentamente.
Sanriki:
En una tienda de barrio me detengo
al mediodía a tomarme un jugo de lulo.
En la televisión, sólo gritos y comentarios de fútbol.
En el cielo, la algarabía de una manada de loros.
Árboles y césped decoran las calles.
En verano, días de sol, cielos azules
y algunas lloviznas ocasionales.
A pesar del permanente ruido en todas partes
trato de escribir estos versos.
Instante tras instante, sueños de amor,
deseos banales:
la vida cambia permanentemente.
87.
Ryokan:
Aún si viven cien años
la vida es como una brizna de hierba
que las olas llevan flotando
hacia el oriente y hacia el occidente
sin dejar tiempo para el reposo.
Shakyamuni renunció a la nobleza y dedicó su vida
a impedir que otros cayeran en la ruina.
Ochenta años sobre la Tierra,
durante cincuenta enseñando el Dharma,
entregando los Sutras como herencia eterna.
Hoy, todavía queda por cruzar
el puente que lleva a la otra orilla.
Sanriki:
Todos saben que esta vida es breve
y que en cada instante puede perderse.
Pero, por más que lo sepan, pocos se atreven
a atravesar el puente que lleva a la “otra orilla”,
pocos se interesan en el Despertar o en la Paz Interior.
Pero la renuncia de Shakyamuni no ha sido en vano:
dos mil quinientos años después
sus palabras las repiten nubes y ríos,
su ejemplo lo imitan ranas y grillos.
Obra humana (JFJ)
88.
Ryokan:
Si se habla de cosas ilusorias, todo se vuelve ilusorio;
si se habla con la verdad, todo se vuelve verdad.
Fuera de la verdad no hay nada ilusorio.
Fuera de lo ilusorio no hay verdades.
¿Los que siguen el camino de Buda
por que buscan la verdad en sitios lejanos?
Miren lo ilusorio y la verdad en el fondo de su corazón.
Sanriki:
Abandonar las palabras
conduce al abismo de la confusión;
pero aferrarse a las palabras
no conduce a la verdad
ni aleja la ilusión.
En silencio, la noche sigue al día,
en silencio, brillan las estrellas,
en silencio juegan
las nubes al azar y a la belleza…
¡Que este mundo es lo que es,
no hay otra verdad ni otra ilusión!
89.
Ryokan:
Un sueño nocturno: ¿todo fue una ilusión?
No puedo explicar ni siquiera una parte de lo que vi.
Sin embargo, en el sueño era como si la verdad
estuviera frente a mis ojos.
Esta mañana despierto, ¿no será el mismo sueño?
Sanriki:
¿Sueño o realidad?
¿Quién sueña a quién:
la mariposa sueña a Chuang Tzu,
o Chuang Tzu sueña a Ryokan,
o Ryokan me sueña a mi
que sueño en una mariposa
que aletea en el espacio
vacío de la tarde?
Bajo este cielo ilimitado,
una mente despierta,
¿en qué puede apoyarse?
90.
Ryokan:
Caminando por el estrecho sendero del pie de la montaña.
Llego a un viejo cementerio con muchas lápidas,
nogales y pinos milenarios.
La tarde termina con un viento que aulla.
Sobre las lápidas los nombres se han borrado
y ni sus parientes los recuerdan ya.
Conmovido hasta las lágrimas, incapaz de hablar,
tomo mi bastón y regreso a casa.
Sanriki:
Mundo flotante… La vida
es el sendero de los muertos.
Huesos y cenizas se depositan sobre el suelo
para que las almas de los vivos
sirvan de soporte a los corazones fallecidos.
Ah, cómo viajan los deseos tras las huellas de las nubes,
cómo siguen el curso sinuoso de los ríos…
La bella muchacha que me espera
trae en su piel tersa y juvenil
el sabor de miles de voces del pasado.
Con la fresca briza de la mañana
nuestros brazos se entrelazan
y en nuestras carnes que se unen palpitan
no uno ni dos…, sólo el Cielo sabe cuántos.

Malecón (JFJ)
91.
Ryokan:
Los duraznos maduros cubren a lado y lado
la vega del río, como si fueran musgo.
En la primavera, el azul profundo del río
parece venir del cielo.
Vago de aquí para allá mirando los retoños
mientras sigo el curso del río.
¿Qué es esto? ¡La casa de un amigo!
Sanriki:
Bajar de la montaña por un oscuro bosque
de robles, encinos, yarumos y arrayanes,
con la niebla y el rocío acariciando
mi rostro y mis manos…
Al lado del camino, un arroyo
del que brotan rocas y troncos cubiertos de musgo.
Una libélula de alas rojas y transparentes
se posa por un instante sobre una rama seca
en la orilla del agua.
Incesantes, gorjeos y trinos de aves,
el chirrido de los insectos.
Pronto habré de llegar a la casa de los amigos
que me esperan para cenar
y sentarnos juntos en zazen.
92.
POEMA PARA UN AMIGO DISTANTE

Ryokan:
Llega la primavera: tarde en la noche salgo a caminar.
Restos de nieve permanecen en los pinos y los cedros.
La Luna brilla sobre la montaña.
Pienso en ti, a muchos ríos y montañas de distancia;
infinitos pensamientos, pero el bosque sigue inmóvil.
Sanriki:
Dos siglos y miles de kilómetros, mares y montañas
nos separan y, sin embargo, tu corazón humilde,
rebosante de paz y alegría, siempre tan cercano.
En la mañana soleada de la urbe,
con un taza de café en la mano
y el continuo trajín de muchachas y muchachos,
percibo tu presencia, desgarbada, alta,
el bastón, el cuenco y la pelota de tela
bajo tu manga… La magia de tu enseñanza
tan simple y tan directa: nada buscas, nada guardas,
nunca trazas fronteras, ni rechazas lo que el mundo
te ofrece generosamente. Dos siglos después,
Ryokan, también eres mi amigo y mi camino
se ilumina con tus cantos.
93.
Ryokan:
¡Largos días de verano en el templo de Entsû-ji!
Todo es fresco y puro, y las emociones
del mundo no llegan aquí.
Me siento en la sombra a leer poemas.
Es tan lindo todo alrededor:
soporto el calor, mientras escucho
el sonido del molino de agua.
Sanriki:
A pesar de que la amada
de tantos años prefirió partir,
mi corazón, sereno y nostálgico,
goza del canto de las aves
y de la leve agitación de la ciudad
en esta mañana festiva.
¿Cómo reprocharle el intenso amor
que generosa me entregó por tantos años?
Movida por la insatisfacción y un dolor ancestral,
como todos, busca la paz y la felicidad.
Quizás con otro, en otro tiempo y lugar
pueda ver al fin su Rostro Original…
Hermano... (JFJ)
94.
Ryokan:
Una nieve blanca como la plata envuelve la montaña.
Lejos de la aldea, una espesa maleza cubre la puerta de la casa.
A medianoche, un trozo de leña arde en el hogar.
Soy un viejo de barba blanca y torcida.
Mis pensamientos vuelven siempre a la juventud.
Sanriki:
El fuego de la juventud arde aún en mis huesos.
En la noche, apago las luces y abro
la ventana de mi cuarto. Una leve llovizna
cae sobre la ciudad. Sin lograr dormir
pienso en la mujer que amo. También el amor
empieza a morir desde el día en que nace.
Aún escucho los golpes del martillo,
el vaivén del deseo, el crepitar de los cuerpos unidos…
Excesivos, incompletos, anhelosos,
al fin, cada cual debe seguir su propio camino.
EL CUENCO VACÍO: DOS POEMAS
95.
Ryokan:
En el cielo azul del invierno graznan los gansos.
Las montañas ya no tienen vegetación. En el paisaje
no hay nada, excepto las hojas caídas.
En el ocaso, regreso por el camino solitario del pueblo,
solo, con el cuenco vacío.
Sanriki:
Esta mañana pensé en madrugar
para ir a caminar por las montañas.
Pero, tras una larga noche de desvelo,
preferí quedarme en casa
leyendo y escribiendo poemas.
Al frente de la ventana de mi cuarto, raudo,
un colibrí de alas verdes introduce, una y otra vez,
su largo pico rojo en las copas de flores
naranjadas de los tulipanes africanos.
¡Cuántas veces he recorrido
el azaroso y bello camino del amor
y cuántas veces he regresado
con el corazón vacío!
96.
Ryokan:
Tonto y terco: ¿qué día puedo descansar?
Pobre y solo en esta vida.
En el ocaso, regreso por el solitario camino del pueblo,
otra vez con el cuenco vacío.
Sanriki:
Tonto y terco: por más que del amor
sólo quedan recuerdos y heridas,
incapaz de contenerme, de nuevo,
acerco a su fuente inagotable
mi corazón vacío.
No hay camino, se hace... (JFJ)
A UN AMIGO
97.
Ryokan:
La luna brilla entre las montañas del oriente.
Paso por la que fuera tu casa:
te has ido, pero pienso en ti.
Ya nadie viene con música y sake.
Sanriki:
Esta noche no pude contemplar
la luna llena de agosto.
Ensimismado, me pudo la tristeza.
En vano, me ofrecía el amigo licores
y comidas… Mi corazón no olvida
el duro gesto de la amada en la partida.
NOCHE INVERNAL
98.
Ryokan:
Mi ermita queda lejos del río de la aldea,
encerrada en un bosque denso.
Hay mil picos y diez mil cadenas de montañas,
pero aún no hay señal de gente.
En la larga noche invernal, un leño arde lentamente.
No se oye sino el golpear de la nieve contra la ventana.
Sanriki:
He decidido habitar en medio de las ciudades
frenéticas y tumultuosas de este tiempo.
En Medellín hay un río de aguas turbias
y orillas de cemento;
dos cadenas de montañas abrazan
un valle repleto de calles y edificaciones.
Día y noche, verano e invierno,
la agitación de la ciudad nunca se detiene.
Para los que siguen la Vía
esto no debería llamarse ni Infierno ni Paraíso.
99.
Ryokan:
¿Quién puede simpatizar con mi vida?
Mi choza está cerca de la cresta de la montaña,
el camino que viene hacia acá está cubierto de maleza.
Sobre la cerca hay una sola calabaza.
Al otro lado del río se oye el aserrío.
Enfermo, recostado en la almohada, miro el amanecer.
A lo lejos, un pájaro canta:
es mi único consuelo.
Sanriki:
Muchos, en las ciudades, simpatizan
con la vida amable y simple de la montaña.
La prisa, el ruido, los excesos…
¿Quién no añora la maleza de los campos,
el canto de arroyos y ríos, el movimiento
apacible del ganado en los potreros?
Mientras evocó a la amada que se fue,
pían las aves en las ramas de los urapanes,
sopla discreto en la ciudad el viento de la tarde.
Calle de ciudad (JFJ)
100.

Ryokan:
Hace mucho tiempo que olvidé desde cuando dejé
el mundo y me confié a los cielos.
Ayer, sentado en paz en las montañas verdes;
esta mañana, jugando con los niños del pueblo.
Mi vestido tiene muchos remiendos
y no recuerdo hace cuánto tengo el mismo cuenco.
Cuando la noche es clara, camino con mi bastón
y recito poemas;
en el día, tiro mi manta de paja y hago la siesta.
¿Quién dijo que no hay muchos que puedan llevar esta vida?
Sólo hay que seguir mi ejemplo.
Sanriki:
Vivo en el mundo, pero confío en el Cielo,
en el Sol y la lluvia, en el día y la noche,
en las aguas que corren
y en el Amor que es la invención
mayor de los hombres.
Amo la ciudad y los seres diversos que la pueblan,
amo los campos y las sombras de los árboles,
amo a Ryokan y su ejemplo insuperable,
su camino apacible entre niños y montañas verdes.
Amo mi vida, por completo diferente.
101.
Ryokan:
Al terminar un día de pedir ayuda,
regreso a través de las montañas verdes.
El Sol, oculto entre las montañas, se pone al occidente.
La Luna brilla tenuemente.
Me paro a bañarme los pies en una roca.
Enciendo un incienso y me siento apaciblemente en zazen.
Otra vez la comunidad de un solo monje;
Ah… tan rápido que barre la corriente del tiempo.
Sanriki:
A la hora del desayuno espero
para una entrevista en la sala
de un canal de televisión…
Tres mujeres toman su alimento mientras conversan
entre risas y frivolidades.
Imágenes y palabras deslumbran a todos.
En la noche cayó una leve llovizna.
Al amanecer me senté en zazen en la casa de una amiga.
Una comunidad provisional sin formas ni jerarquías.
Durante el día, cada cual se sumerge en sus asuntos.
La vida humana no es más larga
ni más sólida que un sueño.
EL LADRÓN
102.
Sanriki:
Un ladrón robó mi zafú y mi futón.
¿Cómo entró en mi ermita?
La puerta nunca está cerrada.
La noche se está terminando.
Me siento solo junto a la ventana.
Una lluvia amable cae sobre la arboleda de bambú.
Sanriki:
Alguien robó mi billetera y mi celular.
No opuse ninguna resistencia. Incluso,
sentí que el hombre que metía sus manos en mis bolsillos
me estaba ayudando de algún modo.
No sabía dónde estaba ni era capaz de moverme.
Todo era oscuro y denso. Una leve llovizna
caía sobre la ciudad… Quizás el ladrón,
sin saberlo, me daba más de lo que podía quitarme.
Desde entonces, mi corazón se encuentra sereno,
mi mente permanece abierta…
La amada que se fue también me devolvió la Libertad.
Oscuros y extraños los designios del amor.
Se vende... (JFJ)
103.
Ryokan:
Buda es tu mente.
La vía no va a ninguna parte.
No busques sino eso.
Si diriges tu carrera al norte
cuando quieres ir al sur,
¿cómo vas a llegar?
Sanriki:
Nada qué buscar, nada que perder.
Sobre esta carne, sobre esto huesos,
útiles por breve tiempo,
brilla la Luz Pura del Despertar.
De nacimiento a muerte
¡qué breve el viaje de esta vida!
Placer y sufrimiento, solo olas
de un mismo y hondo Océano.
104.
Ryokan:
Dicen que la primavera llegó
y el cielo está cubierto de llovizna.
Sin embargo, en la montaña sólo hay nieve,
y no hay flores aún.
Sanriki:
Amanece: una lluvia intensa
sobre edificios y cerros. En el césped,
mayos y chamones picotean la tierra.
Qué vano quejarse del tiempo.
105.
Ryokan:
Me despierto por el frío:
cae una nieve ligera;
oigo un pato salvaje
que regresa a casa
con dificultades y sufrimientos.
Sanriki:
Al despertarme, la noche
aún no pasa. Sentado en zazen,
poco a poco, la clara luz del alba.
En el corredor, las gatas
gruñen y saltan. Sobre la ciudad,
azul el cielo de verano.
106.

Ryokan:
Estoy parado en una roca,
entre pinos y nogales.
Llega la primavera
vestida de llovizna.
Sanriki:
Mañana de agosto,
lluvias y nubes grises:
la ciudad despierta con pereza.
Sentado frente a mi ventana
gris y blanca la montaña.
107.
Ryokan:
Comienza la primavera:
recojo vegetales, un faisán canta.
Y regresan los viejos recuerdos.
Sanriki:
Sobre el tejado
un palomo se esponja y da vueltas
al lado de una paloma.
Siempre sueños
y recuerdos de amor.
108.
Ryokan:
La primavera fluye suavemente:
los cerezos han florecido:
comienzan a caer los pétalos
y se mezclan con la canción de un uguisu.
Sanriki:
Como el río, pasan los días suavemente:
flores y hojas secas
sobre el asfalto.
Juntos, el runrún de los carros,
el canto de las aves
y el latido de mi corazón.